La Autopista Duarte, una de las principales arterias viales de la República Dominicana, no solo es conocida por conectar ciudades, sino también por ser el escenario de una serie de historias misteriosas que han circulado por generaciones.

Entre el susurro de los árboles y el crujido del asfalto, se cuentan leyendas sobre apariciones que aterrorizan a los conductores nocturnos.



Estas historias, profundamente enraizadas en la cultura dominicana, nos hablan de almas perdidas, fantasmas errantes y fenómenos inexplicables.

La joven del florero

A la altura del kilómetro 56, los conductores han contado una historia muy particular. Una joven con un vestido color marfil, sosteniendo un florero de cristal, aparece en la carretera.



Aquellos que se detienen a socorrerla afirman que la chica no pronuncia palabra, solo sube al vehículo, siempre con el florero apretado contra su pecho.

Minutos después, mientras el conductor intenta entablar conversación, siente un súbito frío en el ambiente. Al girar la cabeza para mirarla, la joven simplemente se desvanece, dejando el florero en el asiento.

El cazador de sombras

En las cercanías de Villa Altagracia, varios choferes de camiones pesados han reportado una figura oscura que se les sube al vehículo mientras avanzan por la autopista.

A menudo, esta aparición se percibe en el espejo lateral, una figura encorvada y sombría que parece moverse sin ser vista del todo. Los conductores afirman que, en ocasiones, el peso del vehículo cambia repentinamente, como si alguien se hubiera sentado sobre el camión.

Algunos han contado que sienten una mano invisible en su hombro, lo que los obliga a detenerse abruptamente solo para descubrir que no hay nadie alrededor. Según las historias, podría tratarse del espíritu de un cazador que perdió la vida en la zona hace décadas y cuyo cuerpo nunca fue encontrado.

El niño de las curvas del El Puerto

En una de las curvas más peligrosas del trayecto, conocida como «La curva del Puerto de Villa Altagracia», se ha hablado de un niño que aparece en medio de la carretera, aparentemente pidiendo ayuda.

Los que frenan bruscamente para evitar atropellarlo, descienden del vehículo solo para encontrar… nada. La carretera está vacía. Pero los que siguen de largo sin detenerse, afirman que sienten como si alguien pequeño se subiera al auto, y durante kilómetros pueden escuchar el suave llanto de un niño desde los asientos traseros.

Se dice que en la década de los 90, un niño murió en un accidente en ese mismo lugar, y que ahora su espíritu vaga buscando quién lo lleve a casa.

La caravana de los difuntos

Otra historia inquietante habla de una caravana de vehículos antiguos que aparece en las noches más oscuras, alrededor de los kilómetros 80 y 90.

Estos carros, a menudo descritos como viejos y oxidados, se mueven en fila india y parecen no tener conductores visibles. Aquellos que intentan acercarse o adelantar a estos vehículos experimentan fallos mecánicos repentinos o incluso perciben que los autos desaparecen en un abrir y cerrar de ojos.

La leyenda asegura que se trata de almas de personas que fallecieron en un accidente masivo en la década de los 70 y que ahora recorren eternamente la autopista buscando el descanso final.

Una autopista con historias inmortales

Las historias de la Autopista Duarte son reflejo de la rica tradición oral dominicana, donde los mitos y las leyendas juegan un papel crucial en la forma en que la gente comprende lo inexplicable.

Estas historias no solo mantienen viva la memoria de aquellos que perecieron en sus carreteras, sino que también refuerzan la idea de que la autopista, en la quietud de la noche, es mucho más que un simple camino.

Es un lugar donde lo sobrenatural y lo terrenal se encuentran, recordándonos que hay cosas en este mundo que aún escapan a nuestra comprensión.