Por José Armando Toribio -¿Cómo es posible que algo tan insignificante desencadene un nivel de salvajismo tan grande? La pérdida de una vida humana, bajo cualquier circunstancia, es un hecho desgarrador, pero resulta aún más indignante cuando se produce por algo tan nimio como el roce accidental de un vehículo. La vida humana es sagrada, y nada, absolutamente nada, puede justificar su pérdida por un acto de ira descontrolada.
Un roce entre vehículos no debería ser más que un incidente menor, resuelto con un simple intercambio de palabras y, si corresponde, la intervención de las autoridades de tránsito. Sin embargo, hemos visto con horror cómo situaciones como estas terminan en violencia extrema, llegando incluso a cobrar vidas.
La respuesta parece residir en una sociedad cada vez más intolerante, donde el ego, la impulsividad y la falta de empatía prevalecen sobre la razón. En lugar de apelar al diálogo o la mediación, algunas personas optan por la agresión como respuesta inmediata, dejando a un lado cualquier rastro de humanidad. Esto es injusto, injustificable y profundamente preocupante.
Traigo a este comentario opinión es por la gota que rebosó el vaso en su totalidad, es el caso del gran pesar que ha causado en esta población de la provincia Santiago la muerte del locutor Romel Roque Guillén Cabrera en medio de un pleito tras el roce de dos vehículos.
El hecho da cuenta de que el también comentarista se habría enfrascado en un pleito a trompadas con el conductor del otro vehículo, quien no ha sido identificado y recibió un puñetazo que lo derribó, golpeándose en la nuca al caer el en piso.
Es necesario reflexionar sobre qué nos está llevando a este punto. ¿Es la presión de un mundo acelerado lo que nos mantiene al borde de la frustración? ¿Es la falta de educación en valores básicos como la tolerancia y el respeto por la vida? ¿O es la glorificación de la violencia que inunda nuestras sociedades a través de diversos medios?
No hay razón válida que justifique arrebatar una vida por un incidente tan trivial. Necesitamos urgentemente enfocar nuestras prioridades como sociedad y promover la resolución pacífica de conflictos.
Es hora de que nos detengamos y analicemos nuestras actitudes y comportamientos. Necesitamos fomentar la empatía, la comunicación y la paciencia como pilares de convivencia. Solo así podremos evitar que tragedias como estas sigan ocurriendo. En este esfuerzo, todos tenemos un papel que desempeñar, desde el hogar hasta las instituciones educativas y los espacios públicos.
Un roce de vehículos jamás debería convertirse en una excusa para la violencia, y como sociedad, no podemos permitir que esta barbarie siga normalizando. La vida merece respeto y protección, sin excepciones.