La inminente designación del nuevo titular del Ministerio de Cultura por parte del presidente Luis Abinader, configura un punto de inflexión histórico que va más allá de una simple transición administrativa. Este nombramiento, representa una oportunidad decisiva para redefinir el rol de la cultura como vector de transformación nacional, reformulando las bases de su gestión para consolidarla como eje estratégico del desarrollo social, económico y político de la República Dominicana.
Se impone, por tanto, la impostergable tarea de erradicar la percepción de la cultura como un elemento ornamental en la estructura del Estado y reivindicarla como pilar fundamental de la identidad y el progreso colectivo.
Este nuevo paradigma, exige una reconceptualización profunda de la gestión cultural, entendiéndola no como un apéndice, sino como epicentro del desarrollo multidimensional de la nación. La cultura, en su máxima expresión, debe ser reconocida como catalizador esencial, con la capacidad de dinamizar las industrias culturales y creativas en sinergia con la Economía Naranja, estableciendo así un círculo virtuoso que impulse el crecimiento económico, fortalezca la cohesión social, fomente la innovación y eleve el bienestar colectivo.
Lejos de constituir un ornamento prescindible en la agenda de gobierno, la cultura es el alma misma de la República Dominicana, el motor que vertebra nuestra identidad, fortalece el tejido social y da sentido al propósito compartido como nación. Frente a los vertiginosos cambios globales, su gestión debe priorizar, con audacia y visión de futuro, el impacto transformador en el ámbito nacional, erigiéndose en la piedra angular de un proyecto de país próspero, inclusivo, con una identidad cultural robusta y proyectada hacia el futuro.
La concreción de esta visión estratégica, demanda una política cultural que estimule la creatividad, fomente la innovación y promueva el desarrollo sostenible, consolidando la cultura como espacio neurálgico para el fortalecimiento de las capacidades colectivas y el enriquecimiento de las experiencias compartidas. De esta forma, la cultura trasciende su rol tradicional para convertirse en motor esencial de cohesión social y en pilar fundamental para la construcción de una sociedad más inclusiva, resiliente y enfocada en un desarrollo integral que irradie a todas las regiones del país.
En términos operativos, esto implica que el Ministerio de Cultura debe configurarse como una institución multifuncional, con la capacidad de responder de forma integral y adaptativa a las demandas del presente. Como custodio del patrimonio, le compete la responsabilidad de implementar estrategias de preservación activa que no solo protejan los bienes culturales, sino que también garanticen su accesibilidad universal mediante la digitalización y el uso de tecnologías avanzadas en documentación y análisis.
Como catalizador de innovación, debe promover ecosistemas creativos que impulsen la experimentación, las industrias culturales y creativas, así como el desarrollo de plataformas que faciliten la renovación constante de las expresiones culturales. Asimismo, en su función de articulador de diálogos interculturales, debe mediar entre las tradiciones y las demandas contemporáneas, fortaleciendo la diversidad cultural y fomentando narrativas inclusivas con perspectiva de género y justicia social.
El modelo ministerial aquí propuesto no se limita a responder a las necesidades del presente; proyecta la cultura como una herramienta transformadora y estructurante, capaz de definir el rumbo de una sociedad en constante evolución. Su impacto, por tanto, no se circunscribe a la preservación, sino que abarca la capacidad de la cultura para reconfigurar dinámicas sociales, potenciar la creatividad como recurso estratégico y generar desarrollo sostenible.
Liderar esta profunda transformación, exige competencias ministeriales que trasciendan la gestión administrativa tradicional. La capacidad prospectiva es esencial, para anticipar tendencias emergentes y diseñar políticas innovadoras que respondan a los desafíos contemporáneos. En paralelo, resulta fundamental la diplomacia cultural estratégica para articular redes internacionales, construir narrativas integradoras y proyectar a la República Dominicana en el escenario global como un referente cultural dinámico y diverso.
Para democratizar el acceso a la formación artística especializada, se requiere, con urgencia, una reconfiguración estructural que priorice una articulación efectiva y sostenida entre los ministerios de Cultura y Educación. Este proceso, exige un marco normativo integrado que no solo valide curricularmente los programas artísticos, sino que también establezca estándares académicos rigurosos y mecanismos de distribución equitativa de recursos formativos a nivel nacional.
Se vuelve prioritario, entonces, expandir la red de escuelas provinciales de arte, diseñadas para responder a las especificidades culturales y sociales de cada región, asegurando así una cobertura culturalmente pertinente, accesible e inclusiva.
Como complemento indispensable, en el ámbito de la educación superior artística, se deben fortalecer las instituciones existentes y ampliar la oferta académica mediante programas innovadores, alineados con las demandas contemporáneas del sector cultural y las oportunidades emergentes de la Economía Naranja. Esto implica el desarrollo de nuevas carreras en áreas como conservación y restauración del patrimonio; gestión cultural; tecnologías aplicadas al arte; mediación cultural; museología; animación digital y ciencias aplicadas a la investigación y documentación de bienes culturales, así como el emprendimiento creativo.
Asimismo, se debe promover la actualización curricular de programas tradicionales para integrar enfoques interdisciplinarios y metodologías pedagógicas avanzadas. De igual forma, la implementación de políticas de equidad e inclusión, debe contemplar becas robustas; apoyo logístico integral y mecanismos de seguimiento que aseguren la democratización efectiva del acceso a la formación artística superior.
Para potenciar estas iniciativas es fundamental establecer acuerdos estratégicos con el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCYT) que faciliten el acceso de los estudiantes a becas nacionales e internacionales, así como promover convenios de colaboración con universidades nacionales y extranjeras que permitan el intercambio de conocimientos, la movilidad estudiantil y docente, y el desarrollo conjunto de proyectos de investigación y creación artística.
La consecución de la excelencia académica en todos los niveles formativos pasa, ineludiblemente, por el desarrollo de un sistema de gestión de calidad. Dicho sistema debe incorporar procesos de evaluación continua, investigación pedagógica aplicada y una vinculación sólida con el sector cultural profesional, promoviendo la pertinencia y el impacto de la formación artística en el tejido social y económico del país. Es fundamental, asimismo, considerar la participación activa de estudiantes como creadores y gestores culturales, un eje transversal que fomente su integración en la vida cultural de la nación.
Más allá del ámbito formativo, la designación del titular del Ministerio de Cultura, trasciende su dimensión administrativa para convertirse en un punto de inflexión estratégico en la transformación social y el desarrollo nacional. El liderazgo requerido para este cometido exige competencias multifacéticas que incluyan habilidades gerenciales avanzadas, visión estratégica y una comprensión profunda de las dinámicas y desafíos de las políticas culturales contemporáneas.
El perfil ideal, conjuga conocimiento técnico del sector con una capacidad singular para articular las necesidades culturales del país en programas concretos y medibles, además de impulsar las industrias creativas como motor del crecimiento económico y social.
En el plano gerencial, el nuevo titular deberá acreditar experiencia en la gestión de sistemas complejos; capacidad para optimizar recursos institucionales y competencia para implementar modelos adaptativos que respondan eficazmente a los desafíos del sector cultural. Esto conlleva la construcción de estrategias interinstitucionales sólidas y el diseño de mecanismos sostenibles de financiamiento que aseguren la continuidad y el impacto de las iniciativas culturales.
Por otro lado, quien ocupe la titularidad del Ministerio debe demostrar sensibilidad y conocimiento para interpretar las demandas específicas de los diversos actores culturales, desde las comunidades artísticas hasta la diáspora dominicana. Esto requiere el uso de metodologías participativas de diagnóstico y el establecimiento de mecanismos de diálogo constante con las comunidades, garantizando que las políticas culturales sean inclusivas y representen las aspiraciones colectivas de la sociedad dominicana.
En el ámbito de las políticas públicas, el ministro debe liderar la formulación de marcos normativos innovadores que respondan a las necesidades actuales del sector cultural y faciliten el desarrollo de las industrias culturales y creativas. Este proceso, fundamentado en evidencia empírica y sustentado por investigaciones rigurosas, debe complementarse con sistemas sólidos de evaluación de impacto que permitan medir la contribución de la cultura al desarrollo sostenible en sus dimensiones económica, social y ambiental.
El liderazgo transformacional inherente a este cargo, implica la capacidad de movilizar equipos técnicos hacia objetivos estratégicos; fomentar una cultura organizacional basada en la transparencia e innovación y gestionar eficazmente los procesos de cambios institucionales. Resulta imprescindible, además, construir alianzas estratégicas con actores nacionales e internacionales para ampliar el alcance y el impacto de las políticas culturales, fortaleciendo a su vez las industrias creativas del país.
De manera análoga, la gestión del conocimiento y la innovación se consolidan como pilares fundamentales de la gestión ministerial. Ello implica la implementación de sistemas que capitalicen las experiencias institucionales, el desarrollo de modelos de intervención cultural basados en evidencia y la adopción de tecnologías de vanguardia para optimizar la gestión y maximizar el alcance de los programas culturales. Estas estrategias deben integrarse con un enfoque de transferencia de conocimiento que fortalezca las capacidades sectoriales y fomente la creación de redes de colaboración.
La sostenibilidad, como eje transversal ineludible, debe permear integralmente la gestión ministerial. Esto exige asegurar no solo la viabilidad económica de las iniciativas culturales, sino también su impacto social positivo y su alineación con los principios de responsabilidad ambiental. Consecuentemente se deben priorizar políticas que fomenten el intercambio cultural, impulsen proyectos de cooperación regional y potencien la diversidad cultural como un activo estratégico.
En este contexto, una de las tareas prioritarias de la nueva gestión del Ministerio de Cultura será liderar una reforma legislativa integral que siente las bases para la profesionalización y modernización del sector. Esta reforma, de carácter impostergable, dotará al ámbito cultural de un marco normativo sólido, contemporáneo y coherente, comenzando con la impostergable actualización de la Ley de Cultura y la Ley de Patrimonio Cultural.
Asimismo, se requiere la promulgación de un reglamento renovado y dinámico para la Red Nacional de Museos, que responda a las exigencias del siglo XXI. Punto neurálgico de esta reforma será el establecimiento de un marco regulatorio específico para la formación artística, en estrecha y sinérgica coordinación con el Ministerio de Educación, que fortalezca la educación artística en todos los niveles del sistema educativo, incluyendo el bachillerato en arte, y que a su vez, facilite el acceso de los estudiantes, especialmente aquellos de jornada escolar extendida, a la formación especializada que ofrecen las diversas escuelas e instituciones adscritas al Ministerio de Cultura.
En lo que atañe al ámbito museístico, la nueva gestión deberá asumir el liderazgo en la transformación de los museos en espacios vivos, inclusivos, accesibles y en diálogo permanente con sus comunidades. Ello implica una distribución equitativa de recursos, una inversión estratégica en la capacitación técnica y administrativa de su personal y el diseño e implementación de estrategias innovadoras que amplíen su impacto social.
Los museos, en definitiva, deben trascender su función tradicional de custodios del patrimonio para convertirse en agentes activos de la innovación cultural, la educación, la cohesión social y el desarrollo sostenible, desempeñando un rol protagónico en el tejido cultural de la nación.
Como complemento a esta visión, se recomienda que el Ministerio impulse decididamente la creación de nuevos espacios y plataformas que fomenten la creación, producción, difusión y disfrute de las artes en toda su diversidad, incluyendo teatros, centros culturales y espacios multifuncionales, tanto a través de la inversión pública directa como mediante alianzas estratégicas con el sector privado.
Será fundamental, en este sentido, explorar mecanismos como incentivos fiscales, co-inversiones y patrocinios, que garanticen la sostenibilidad económica y operativa de estos espacios a largo plazo. Asimismo, se recomienda promover la consolidación de centros artesanales que impulsen la producción local, la innovación en el diseño y la salvaguarda de las técnicas tradicionales, asegurando su conexión con los mercados nacionales e internacionales.
De igual forma, se deberá fomentar activamente el emprendimiento cultural, implementando programas de incubación, aceleración, acceso a financiamiento y formación en gestión empresarial, con especial atención a las oportunidades que brinda la economía digital. Es importante destacar que estos nuevos espacios deberán concebirse, además, como plataformas para la innovación, la experimentación artística y el diálogo intercultural.
Las acciones antes descritas, articuladas de forma sinérgica y estratégica, contribuirán significativamente a la descentralización de la oferta cultural, a la generación de oportunidades para los artistas y creadores en todo el territorio nacional, y al fortalecimiento de un ecosistema cultural vibrante, inclusivo y sostenible en la República Dominicana.
En resumidas cuentas, la designación del próximo titular del Ministerio de Cultura se configura como una decisión determinante para el devenir cultural de la nación, una apuesta trascendental por un porvenir donde la cultura se instituya como eje fundamental del desarrollo sostenible, motor de dinamismo económico y estandarte de la identidad nacional.
El presidente Luis Abinader se encuentra ante la oportunidad histórica de reivindicar el poder catalizador de la cultura, ubicándola en el epicentro de un proyecto de nación que ambicione la prosperidad, la justicia social y una proyección internacional de vanguardia y que, a su vez, fomente la participación ciudadana activa en la vida cultural del país. La sagaz elección del líder que conduzca esta profunda transformación, definirá no sólo el éxito de esta empresa, sino también el legado cultural que marcará indeleblemente a la República Dominicana en las próximas décadas.
*Ruahidy Lombert. Conservador y restaurador de bienes culturales. Dirige el Instituto para la Conservación e Investigación del Patrimonio y preside la Fundación Patrimonium. Es docente en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y miembro activo de reconocidas organizaciones internacionales como el Instituto Internacional de Conservación (IIC); el Instituto Americano de Conservación (AIC); APOYOnline; la Asociación de Museos del Caribe (MAC) y el Consejo Internacional de Museos (ICOM).