Momentos de angustia y desesperación vivieron los feligreses católicos cuando, el 17 de julio de 1971, por primera vez en más de 400 años de historia, fue profanado el cuadro de la Virgen de la Altagracia, conocida por ser la imagen más venerada a nivel nacional.
Decorada con un marco de oro y piedras preciosas, además de una esmeralda que pertenecía al anillo pastoral del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel, el símbolo de fe y devoción católica sustraído causó conmoción de manera inmediata en la sociedad de aquel entonces porque, según informó el obispo, Monseñor Juan Félix Pepén, nadie nunca había intentado robar el cuadro en otra ocasión.
Según declaraciones del arzobispado de Santo Domingo, en un acto de fervorosa devoción religiosa ante la que es considerada madre y protectora espiritual del pueblo, miles de fieles oraban en las calles de Higüey con la esperanza de que los autores del crimen se “sientan obligados a devolver el cuadro amado intacto”.
Por su parte, la Policía Nacional trabajaba en probables indicios y pistas sobre el hurto para dar con más detalles y atrapar cuanto antes a los malhechores.
Detalles del robo
Detalla NALPHY MARTÍNEZ en el Listín Diario que los primeros informes señalaron que los intrusos rompieron los objetos que la mantenían fija en el sitio y que, junto con los instrumentos y el vidrio que lo cubría, fue desmontado.
Ante esas pesquisas, un testigo que detalló cómo los intrusos rompieron los cables de electricidad y sacaron la imagen sin dejar rastros de violencia alguna, las autoridades determinaron que los culpables visitaban la basílica con regularidad, ya que todo fue realizado con sencilla facilidad.
Algunos objetos que supuestamente utilizaron los ladrones se encontraron en el sótano del templo, donde figuraban un alicate, un destornillador, un par de guantes y seguetas.
Monseñor Pepén explicó que inmediatamente supo del robo, el obispo se comunicó con las autoridades eclesiásticas de Santo Domingo para dar la información y así proceder con las autoridades para que realicen las investigaciones correspondientes.
Las labores de investigación de la Policía Nacional concluyeron en que Enrique Antonio Paulino Cueto, de 27 años de edad, fue acusado como el autor intelectual de la sustracción, quien manifestó que al ver todo lo que produjo el delito, sintió deseos de devolverla; mientras que Juan Bautista Silverio, de 20 años de edad, fue el autor material y aunque era creyente evangélico, confesó no sentir pesar por ser excomulgado de la Iglesia Católica.
Consideraba que con la creencia de un Dios vivo las cosas materiales no tenían ningún valor ni significado.
El robo fue planificado por dos meses con la intención de exigir un rescate de 5,000 pesos a cambio de la reliquia para motivos personales.
De vuelta a casa
Con el titular “Recuperan imagen La Altagracia”, la resolución de la noticia principal de la portada del Listín Diario del 20 de julio de 1971, una vez encontrados los criminales y recuperado el símbolo devoto en menos de 60 horas por la Policía Nacional tras una intensa búsqueda en el patio de uno de los implicados en La Romana.
Una vez recuperada, la salida de la imagen hacia la ciudad de Higüey fue programada el 21 de julio de ese mismo año donde pasaría por diferentes provincias para celebrar diversos actos religiosos a motivo de festividad entre ofrendas, oraciones y cantos.
Monseñor Pepén pidió perdón por las “manos sacrílegas” que pretendieron hacer de la imagen de la Virgen “un objeto de lucro o un símbolo de humanos interés” y se regocijó con el pueblo creyente porque la reliquia se encontraba nuevamente en la basílica.
De igual modo, el presidente en momento Joaquín Balaguer agradeció el esfuerzo del cuerpo nacional y el pueblo ante el hallazgo expresando que “cuando hay cooperación de todos, todo es posible”.
En su llegada a Higüey las personas se arrodillaban al paso de la caravana con altares improvisados, flores y emociones de júbilo por ver a “Tatica”, apodo cariñoso a la Virgen, una vez en la provincia.
El cuadro fue llevado a su retablo por monseñor Juan F. Pepén, junto con otros dignatarios de la Iglesia y en una ceremonia de dos minutos. Terminado el acto la multitud prorrumpió con aplausos y una misa de Acción de Gracias en la basílica.