«Un sismo», «una bomba», «una revolución apocalítpica». La congelación de la ayuda internacional estadounidense sacudió el mundo humanitario, amenazado por una hemorragia de despidos y el temor a que muchas oenegés desaparezcan sin más a medio plazo.
El 25 de enero, poco después del regreso de Donald Trump al poder, muchas oenegés reciben un correo de la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), pidiéndoles que cesen toda actividad, porque sus presupuestos fueron congelados.
Esta notificación, seguida una semana después de otra carta en la que se las autorizaba a reanudar sólo las misiones de «ayuda humanitaria vital», cayó en este sector «como una bomba», dijo a AFP un miembro de una estructura en Kenia financiada por la USAID.
«La gente entró en pánico», ya que una decisión así, sin previo aviso, no les permitió buscar una salida, agrega. A muchos se les obligó a tomar una excedencia no retribuida, porque sus oenegés ya no podían pagarles los alquileres ni los sueldos.
«A todos los que tenían presupuesto estadounidense se les notificó su suspensión temporal», dice una empleada que trabaja en la sede europea de una oenegé financiada mayoritariamente con fondos de Estados Unidos.
Para los expatriados, «en términos prácticos», esto significa que «te ponen un avión y te envían a casa», salvo que «no necesariamente tienes un hogar», ya que muchos cooperantes van de misión en misión sin domicilio en sus países de origen, explica.
– Dependencia –
El numeroso personal local está por su parte destinado al desempleo en países con economías frágiles, donde encontrar otro trabajo es casi imposible.
El Consejo Noruego para los Refugiados (NRC, por sus siglas en inglés) anunció que se veía «obligado a despedir a trabajadores humanitarios en todo el mundo». El 20% de su presupuesto total vino de Estados Unidos en 2024.
Y el NRC pone como ejemplo a sus empleados afganos, «mujeres y hombres (…) que garantizan la supervivencia de las niñas, las mujeres y las familias» en un momento en que Afganistán vive una importante crisis económica desde el regreso al poder de los talibanes.
Según un estudio publicado en 2022 por la red humanitaria Alnap, este sector emplea más de 630.000 personas en 2020, de las cuáles más del 90% eran ciudadanos del país donde trabajaban.
El presupuesto de la USAID –42.800 millones de dólares– representa por sí solo el 42% de la ayuda humanitaria desembolsada en el mundo, por lo que las oenegés tendrán que «despedir a sus empleados en función de su dependencia a los fondos estadounidenses», observa la cooperante que trabaja en la sede europea de una oenegé.
«Si una oenegé depende en un 60% de USAID, tendrá que despedir al 60% de sus empleados. Si depende del 40%, despedirá al 40%», lamenta la mujer, para quien estas personas se enfrentan a un «desempleo de larga duración».
La administración Trump debe pronunciarse en 90 días sobre el mantenimiento de las operaciones, pero muchos actores predicen una caída drástica de la ayuda estadounidense.
– «Brutalidad» –
«No somos tan frágiles como para desaparecer en 90 días. El problema es: ¿Va a durar 90 días o mucho más?», se pregunta Kevin Goldberg, director de la oenegé francesa Solidarités international, cuyo presupuesto procede en un 36% de fondos estadounidenses.
Goldberg expresa también su «temor» por los socios locales de las oenegés internacionales, que «dependen» de la capacidad de estas últimas de transferirles parte de la ayuda estadounidense.
«Hay muchos proveedores de ayuda que van a desaparecer, algunos en los próximos meses, otros dentro de unos años», ya que la financiación estatal europea también está disminuyendo, declara el presidente de Médicos del Mundo, Jean-François Corty, para quien la decisión de Washington es una «revolución apocalíptica» para el ecosistema humanitario.
Corty se mostró especialmente preocupado por las oenegés «que defienden la diversidad, el contrapoder constructivo, que hacen presión para intentar que las cosas avancen», temas en el punto de mira de la nueva administración conservadora en Estados Unidos.
El mundo humanitario vive un «sismo», coincide una responsable de una oenegé internacional, quien teme que el método Trump, caracterizado por su «brutalidad», acabe afectando a Europa. «Esto nos obliga a replanteárnoslo todo», confiesa.