Si hay algo que desafía la paciencia de los conductores en República Dominicana, es el caótico tránsito para entrar y salir de Santo Domingo, especialmente a través de la autopista Duarte desde el Cibao.
La escena es una combinación de filas interminables, conductores impacientes y una infraestructura que parece haber sido superada por el crecimiento urbano. ¿Por qué es tan complicado llegar a la capital?
Una entrada en constante caos
El trayecto desde el Cibao hacia Santo Domingo, particularmente a través de la autopista Duarte, se ha convertido en una auténtica pesadilla. La congestión vehicular comienza a sentirse desde que pasas el peaje del Km 25, un embudo que parece no tener solución. La falta de carriles suficientes, sumado al mal estado de algunos tramos, contribuye al caos.
A esto se añade la imprudencia de muchos conductores que, en un intento desesperado por ganar tiempo, utilizan el paseo de emergencia, poniendo en peligro su vida y la de los demás. Además, la entrada a Santo Domingo por el kilómetro 9 es otro punto crítico, donde confluyen vehículos provenientes de diferentes direcciones, creando un embotellamiento casi inquebrantable.
Video cortesía de Juanhilux
El tiempo como enemigo
Para quienes viajan desde ciudades como Santiago o La Vega, el tiempo de recorrido se ha vuelto impredecible. Un trayecto que podría durar poco más de una hora se convierte en una odisea de hasta tres horas en horas pico. La pérdida de tiempo afecta tanto a trabajadores que deben cumplir horarios como a estudiantes y turistas, quienes se ven atrapados en un tráfico desesperante.
¿Qué está fallando?
La infraestructura vial parece haber quedado obsoleta frente al aumento del parque vehicular. Según estadísticas recientes, más de 4.8 millones de vehículos circulan en el país, con una alta concentración en Santo Domingo. La falta de soluciones efectivas, como ampliación de vías, pasos a desnivel y un sistema de transporte público eficiente, agrava el problema.
Además, la escasa presencia de autoridades de tránsito y la ausencia de un plan de movilidad ordenado permiten que la imprudencia y el desorden reinen en las vías. La situación se vuelve aún más crítica en días laborales y durante eventos especiales o festivos.
¿Hay luz al final del túnel?
A pesar de las promesas de mejora, las soluciones parecen no llegar. Algunas propuestas han incluido la ampliación de la autopista Duarte, la construcción de un tren interurbano y la implementación de un sistema de peajes inteligentes para agilizar el flujo vehicular. Sin embargo, hasta la fecha, estos proyectos no han avanzado lo suficiente.
Otra posible solución radica en fomentar el uso del transporte público, que sigue siendo ineficiente e inseguro para muchos. La modernización del sistema de autobuses y la ampliación del Metro de Santo Domingo podrían aliviar la situación a mediano plazo.
Una reflexión necesaria
El caos de entrar y salir de Santo Domingo refleja una problemática más profunda: la falta de planificación urbana y de políticas de movilidad sostenibles. No se trata solo de construir más carreteras, sino de pensar en un sistema de transporte eficiente y seguro que permita el desarrollo ordenado de la ciudad.
Mientras tanto, los conductores deberán seguir armándose de paciencia y estrategias para sobrevivir al infierno de entrar a Santo Domingo.