Santo Domingo. En una entrevista concedida al programa Las Exclusivas de José Peguero, el ingeniero sanitario Alex Ramírez de Marchena lanzó una advertencia contundente sobre los riesgos ambientales que podría enfrentar República Dominicana si no se maneja adecuadamente la explotación de tierras raras, un recurso valioso pero potencialmente peligroso debido a sus procesos contaminantes. Con una trayectoria destacada en ingeniería sanitaria, Ramírez compartió su preocupación por el impacto en el turismo, los recursos hídricos y el ecosistema del país, proponiendo soluciones concretas para mitigar los daños.
Ramírez, especialista en el manejo de residuos sólidos, líquidos y gaseosos, destacó que pasó gran parte de su carrera diseñando plantas de tratamiento para efluentes industriales y domésticos. Sin embargo, también expresó su frustración por la falta de seriedad con la que se ha abordado el tratamiento de aguas residuales en el país, especialmente en zonas turísticas como la playa de Cortecito, que han perdido su esplendor debido a la contaminación por detergentes y aguas mal tratadas. “República Dominicana vive del turismo. No creo que sería bueno contaminar nuestras playas, nuestro aire, nuestro suelo”, afirmó.
Tierras raras: oportunidad y amenaza
El ingeniero explicó que las tierras raras, como el neodimio y el disprosio, son esenciales para tecnologías modernas como celulares, computadoras y trenes de levitación magnética, pero su extracción y procesamiento generan residuos tóxicos y, en algunos casos, radioactivos, como el torio y el uranio. Ramírez subrayó que, aunque el país tiene un potencial estimado de 100 partes por millón de estos minerales, la clave está en cómo se gestionen. “No hacemos nada con decir que son 100 millones de toneladas. Todo va a definirse por el método de extracción, la comercialización y la depuración”, señaló.
Advirtió que los procesos mal ejecutados podrían contaminar acuíferos, ríos y suelos, como ha ocurrido históricamente con proyectos mineros como el de Barrick Gold en Cotuí, donde el río Margajita se tiñó de rojo por el mercurio y otros químicos. “Tenemos un cambio climático, movimientos telúricos. Si hay una fuga como en Mountain Pass, en Estados Unidos, podríamos tener un desastre ambiental”, alertó, recordando un incidente en 1998 que costó más de 7,000 millones de dólares.
Una solución: El Salado de Neiba
Para evitar repetir errores del pasado, Ramírez propuso trasladar el procesamiento final de las tierras raras a El Salado de Neiba o El Salado de Galván, una zona árida y compacta en el suroeste del país, propiedad del gobierno, que no es apta para agricultura ni turismo. “Es un suelo sódico donde no crecen ni las maldiciones. Tiene montañas de caliza, nueve horas de sol y un suelo compacto que puede confinar los residuos”, explicó. Según el ingeniero, este lugar permitiría realizar un tratamiento controlado sin afectar las zonas turísticas como Pedernales o Bahía de las Águilas.
Además, sugirió usar agua ya contaminada de los canales de riego de Barahona, cargada de pesticidas y fertilizantes, para los procesos de disolución, evitando así el uso de agua potable. “Podemos llevar el procedimiento hasta una etapa final, exportar el producto por un puerto especializado y negociar con países que tengan patentes ambientales avanzadas”, afirmó.
Crítica al manejo ambiental actual
Ramírez no escatimó críticas al manejo ambiental en el país. Señaló el caso de Duquesa, un vertedero ubicado entre los ríos Isabela y Ozama, que sigue filtrando lixiviados tóxicos al suelo y al mar, afectando los arrecifes de coral. “No existe un cierre técnico. Eso es un Chernobyl dominicano”, dijo, lamentando la falta de acción efectiva.
También denunció que en Santo Domingo, hoteles del Malecón vierten aguas residuales sin tratar al mar, a través de cloacas de la era de Trujillo, mientras turistas desprevenidos se bañan en playas contaminadas.
Turismo vs. Minería: un equilibrio posible
El ingeniero reconoció que la explotación de tierras raras es inevitable debido a los intereses económicos y geopolíticos, pero insistió en que debe hacerse con responsabilidad. “No podemos permitir que camiones con minerales atraviesen carreteras turísticas recién ampliadas como la de Pedernales. Necesitamos un sistema ferroviario y un puerto exclusivo para esto”, propuso. Admirador de figuras como Osiris de León y Ramón Alburquerque, Ramírez enfatizó que el turismo, que genera entre 11,000 y 12,000 millones de dólares anuales, no debe sacrificarse por una minería mal planificada.
Un llamado al gobierno y la ciudadanía
En un mensaje directo al presidente, Ramírez pidió tomarse el tiempo para estudiar las mejores prácticas internacionales y priorizar el medio ambiente como el principal activo del país. “Si dañamos nuestras playas y ríos, el dinero que ganemos no nos lo van a aceptar, como un billete manchado en un colmado”, comparó. También instó a los dominicanos a informarse: “Tomen cinco minutos al día en Google y vean lo que es el agua. No dejemos que intereses económicos destruyan lo que Dios nos dio”.
Con su experiencia internacional, incluidas estancias en Japón y Costa Rica, Ramírez abogó por un modelo como el costarricense, donde el turismo sostenible genera riqueza sin comprometer la naturaleza. “Costa Rica es una joya en Latinoamérica. Nosotros podemos serlo si actuamos con seriedad”, concluyó.
Esta entrevista, que ha generado amplio debate, pone sobre la mesa la necesidad de un equilibrio entre desarrollo económico y preservación ambiental en República Dominicana, un país bendecido con recursos naturales que, de no cuidarse, podrían convertirse en su mayor maldición.