En medio de una de las tragedias más dolorosas en la historia reciente de República Dominicana, la caída del techo de la discoteca Jet Set la madrugada del pasado 8 de abril, una luz de esperanza y valentía se alzó entre los escombros: la labor incansable de los cuerpos de rescate, especialmente los bomberos y la Defensa Civil, quienes demostraron que los verdaderos héroes no siempre llevan capa, pero sí un uniforme lleno de entrega.
Apenas minutos después del colapso, las sirenas comenzaron a escucharse entre el caos. Mientras los sobrevivientes intentaban salir del lugar, estos hombres y mujeres corrieron en dirección contraria, hacia el peligro, para salvar vidas. Con el corazón latiendo a mil y las manos llenas de polvo, comenzaron una operación de rescate que duró más de 30 horas ininterrumpidas.
Una operación titánica
Entre gritos, lágrimas y toneladas de concreto, los rescatistas lograron sacar cientos de personas con vida atrapadas entre los restos del edificio. Equipados con herramientas básicas, linternas, cascos y una determinación férrea, removieron escombros, improvisaron accesos, y brindaron primeros auxilios en medio de un panorama devastador.
Muchos de ellos no comieron ni durmieron durante más de un día, trabajando en turnos improvisados, guiados únicamente por la urgencia de salvar vidas. A cada cuerpo rescatado, a cada víctima hallada con vida, los aplausos de la multitud se mezclaban con lágrimas: eran aplausos para los héroes anónimos, para aquellos que prefieren el silencio del deber al ruido del reconocimiento.
Historias que conmueven
Uno de los momentos más emotivos fue el rescate de una joven que permaneció atrapada bajo una columna de concreto por casi cinco horas. Fue hallada por una brigada de la Defensa Civil que se negaba a abandonar el área sin revisar cada rincón. “No nos íbamos a ir hasta estar seguros de que no quedaba nadie más”, dijo uno de los rescatistas.
También trascendió el caso de un bombero que, luego de finalizar un turno de 12 horas en otra zona, llegó voluntariamente al lugar del desastre y pasó la noche entera ayudando, sin esperar pago ni reconocimiento.
Más que un uniforme, una vocación
En medio del luto nacional y las preguntas sobre las causas de esta tragedia, surge una verdad clara: sin la rápida acción y la valentía de los rescatistas, la cifra de víctimas habría sido aún más devastadora. La sociedad dominicana debe mirar con gratitud y respeto a estos hombres y mujeres que, sin buscar protagonismo, se convirtieron en los pilares de esperanza en medio del dolor.
Hoy más que nunca, merecen más que medallas: merecen mejores condiciones, más recursos, más apoyo. Porque cuando todo se derrumba, ellos son quienes sostienen la esperanza.