La preocupación de los capitaleños, especialmente de quienes residen cerca del puente Francisco del Rosario Sánchez, conocido popularmente como el puente de la 17, se ha incrementado en las últimas semanas tras la tragedia ocurrida en la discoteca Jesse, donde fallecieron más de 200 personas. Este lamentable suceso ha despertado viejos temores sobre otras estructuras en mal estado de la capital, como este emblemático puente que desde hace años muestra claros signos de deterioro.
Un puente con historia y descuido
Inaugurado en 1974 durante el gobierno de Joaquín Balaguer, el puente de la 17 surgió como respuesta a la creciente necesidad de conectar la parte oriental de Santo Domingo con el resto de la ciudad, ante la limitada capacidad de los entonces existentes puente Duarte y puente Mella. Su construcción, a cargo de la empresa venezolana Industrias Metalúrgicas Vanam S.A., costó 4.4 millones de pesos y se convirtió en una vía esencial para más de 65,000 vehículos diarios.
Con 800 metros de longitud y cuatro carriles, el puente ha sido vital para el transporte y el desarrollo de Santo Domingo Este, pero a lo largo de sus más de 50 años de existencia ha sido víctima del abandono.
El estado actual: entre óxido y grietas
Hoy, la superestructura metálica del puente presenta láminas y vigas corroídas por el óxido, fisuras en las uniones soldadas y zonas donde se han desprendido pedazos de concreto que caen peligrosamente sobre las viviendas ubicadas debajo.
Aunque en la parte superior el deterioro asfáltico parece moderado, desde abajo se pueden ver placas metálicas cubriendo hoyos en la calzada, un claro indicio de reparaciones provisionales. Además, las vibraciones intensas al paso de camiones y autobuses generan miedo entre conductores y residentes cercanos.
Si bien es normal que una estructura de este tamaño tenga cierto nivel de vibración, el estado de abandono y corrosión incrementa los riesgos estructurales.
La realidad de los barrios circundantes
El problema se agrava con los asentamientos informales en los márgenes del río Ozama, uno de los más contaminados del país. Muchas de estas comunidades carecen de acceso a servicios básicos como la recolección de basura, lo que empeora la situación ambiental y estructural del área.
Durante los años de Joaquín Balaguer, se intentó desalojar a cientos de familias, reubicándolas en sectores como Cristo Rey y Las Caobas. Sin embargo, con el tiempo, muchos vendieron esas viviendas y regresaron a las orillas del río.
Un llamado colectivo
En los últimos días, influencers y figuras públicas como Santiago Matías (Alofoke), Capricornio TV, y Luis Nicol Porán han visitado la zona, documentando la situación y llamando la atención de las autoridades.
Los moradores han manifestado su creciente temor por el estado del puente, y por la grieta visible en el tablero que amenaza con seguir desprendiendo trozos de concreto, poniendo en riesgo vidas humanas.
Urge una intervención profunda
Aunque el Ministerio de Obras Públicas ha realizado reparaciones puntuales —cerrando carriles y colocando parches metálicos—, nunca se ha hecho una intervención integral que garantice la seguridad de esta infraestructura crítica.
El puente, como la ciudad misma, ha crecido y envejecido. Es hora de que se le brinde la atención que merece antes de que una desgracia obligue a actuar, como tantas veces ha ocurrido en nuestro país.