A 13 días del colapso del techo de la icónica discoteca Jet Set, el ambiente en la “zona cero” ha cambiado. Donde antes ardían cientos de velas y se escuchaban oraciones, hoy reina un silencio profundo. Las flores, ya marchitas, apenas conservan su fragancia entre los recuerdos de una tragedia que cobró la vida de decenas de personas mientras sonaba la voz de Rubby Pérez.
El jueves 10 de abril concluyó oficialmente la búsqueda de víctimas. Las esperanzas se extinguieron junto a las últimas velas. El hedor de los cuerpos atrapados bajo los escombros se ha ido, pero queda el peso de la ausencia. El lugar que fue símbolo de fiesta, hoy es memoria de luto.
Este suceso no solo dejó pérdidas humanas, sino también una herida social profunda. La falta de mantenimiento estructural y los fallos de seguridad vuelven a cuestionar el cuidado de los espacios de entretenimiento en el país.
Aunque la zona se ha vaciado de dolientes, las imágenes de Jesús, las fotos de los fallecidos y los recuerdos siguen contando la historia que el bullicio nocturno no podrá borrar.