Después del día cero, el país cambió. El silencio fue el primer lenguaje del dolor colectivo; las lágrimas, su traducción más humana. En la madrugada del 8 de abril, lo que prometía ser una noche de alegría con la música de Rubby Pérez, terminó convertida en una de las tragedias más estremecedoras de la historia dominicana: el desplome de la discoteca Jet Set cobró la vida de 233 personas y dejó 153 heridos. Hoy, a un mes del desastre, las heridas siguen abiertas y la justicia, ausente.
Desde entonces, las vigilias no han cesado. Han sido el refugio emocional de un pueblo que busca respuestas y, al mismo tiempo, consuelo. Las velas encendidas, las oraciones, los cantos y las lágrimas compartidas han generado una red de solidaridad que ha trascendido clases sociales, credos y fronteras. En cada acto, se siente el eco de una nación que no olvida.
El país en oración
El primer homenaje fue espontáneo. El mismo 8 de abril, mientras rescatistas luchaban contra el tiempo y los escombros, dominicanos en Washington Heights, Nueva York, se congregaban en vigilia con una bandera tricolor extendida como símbolo de unión. “Es un día horrible para nosotros… estoy aquí del lado de la comunidad”, declaró el congresista Adriano Espaillat, organizador del acto.
Una semana después, el 14 de abril, las velas encendidas brillaron en el Parque de la Salud de Higüey. Familias completas, desde niños hasta ancianos, se unieron en una emotiva muestra de dolor compartido. Ese mismo día, en Santiago, el Monumento a los Héroes de la Restauración se apagó simbólicamente. “Santiago Ora en Solidaridad”, fue el lema de una vigilia cargada de oraciones, cantos y un minuto de silencio.
Una herida global
El colapso en Jet Set ya se contabiliza como el tercer desastre más letal en una discoteca a nivel mundial, superado solo por tragedias ocurridas en China (309 fallecidos) y Brasil (242). Y aunque las cifras ya son espeluznantes, lo más desgarrador es el silencio institucional que persiste. A un mes de la tragedia, no hay un solo detenido. La pregunta se repite con rabia en cada esquina: ¿y la justicia pa’ cuándo?
La tragedia en Jet Set no solo dejó escombros y cuerpos, dejó también un país de luto, una ciudadanía vigilante y una memoria encendida que no dejará que el olvido gane la batalla.