La sensación es terrible: alguien te ha transferido al listado de los rechazados, de los aborrecibles, de los invisibilizados, validando las nuevas reglas a que está sometida la relación humana.
“Te estoy bloqueando”… y con esta sentencia, se decreta su desaparición para alguien en el mundo virtual. Es una muerte dolorosa por lo que implica personalmente para la persona afectada: ha recibido la peor sanción social en los tiempos de la postmodernidad. Desde luego, ya no hay que decir que se está refiriendo el anuncio a la aplicación WhatsApp.
Son tres palabras tan simples, tres vocablos fáciles de teclear y, de ahí en adelante, ya no eres alguien para alguien. Has muerto, y con ese episodio, generalmente desaparece una relación cultivada, quién sabe por cuánto tiempo.
La sensación debe ser terrible: alguien te ha transferido al listado de los rechazados, de los aborrecibles, de los invisibilizados, validando las nuevas reglas a que está sometida la relación humana.
A partir de esa breve información-sentencia, se te está decretando una especie de muerte digital para alguien, para quien dejas de existir.
Puede que intervinieran muchos factores para que llegara el decreto de ese final de tu vida como objeto de interés e intercambio para alguien:
- Informaciones tergiversadas o incompletas.
- Falta de claridad en el planteamiento y objetivos entre las dos personas involucradas.
- Choque de intereses personales, comerciales, institucionales o pasionales.
Muchos pueden ser los factores, todos válidos o inválidos, todos justos o injustos, todos con sentido o sin él, pero el resultado es el mismo: la ruptura de una vinculación que fue valiosa para ambas partes.
Desde luego, muchos de esos factores pudieron haberse vencido por la magia de la esencia que supone la comunicación. Un ejercicio de perseverar en entenderse pudo haber sido suficiente para evitar la pérdida de vinculaciones afectivas valiosas, útiles o productivas en su momento.
La más de las veces, la sentencia “Te he bloqueado” se pudo haber evitado con algo tan simple como un café humeante tomado en armonía, para presentar las diferencias, ver las discordancias y exponer los desarmoniosos palmares oscuros no discutidos. Pero en esa ruta se interpone un gigante tan inminente como inexcusable: el ego de cada quien.
Ese amor extremo por el ser de cada quien, que inmoviliza al proceso de conocer el otro punto de vista.
En el fondo: WhatsApp
Pero, ¿por qué adquiere tanta trascendencia el “Te estoy bloqueando”?
Hoy, WhatsApp, propiedad de la empresa informática norteamericana Meta (la dueña de Facebook y YouTube), por adquisición suscrita el 19 de febrero de 2014 por 19,000 millones de dólares (de los cuales 12,000 millones correspondían a acciones de Facebook, y el resto en efectivo), es la máxima forma instantánea, gratuita, efectiva y segura de intercambio de llamadas, audios, videollamadas (que cuenta con un servicio de pago para empresas). Ha ascendido al nivel de instrumento imprescindible y es ya la expresión máxima de la comunicación digital.
Las estadísticas son impresionantes:
- WhatsApp tiene más de 2,000 millones de usuarios activos mensuales.
- Es utilizado en más de 100 países y es una de las pocas aplicaciones con más de 5 mil millones de descargas.
- Está disponible en 180 países y en más de 20 idiomas, siendo la tercera red social más popular después de Facebook y YouTube, y también es la tercera plataforma más utilizada a nivel mundial. (1)
Las consecuencias si una persona te bloquea:
- No podrás ver las confirmaciones de lectura de sus mensajes (doble tic azul), pero podrás seguir viendo las confirmaciones de mensajes enviados (un solo tic).
- No podrás ver los estados del contacto.
- No verás las actualizaciones de la foto de perfil del contacto.
- Los mensajes que envíes mostrarán un solo tic gris, indicando que se enviaron pero no se entregaron.
- No podrás llamar a ese contacto.
- Si administras un grupo, no podrás añadir a ese contacto.
- Ya no podrás ver la última vez ni el estado en línea del contacto. (2)
La clave no está en la persona, sino en la herramienta
La respuesta hay que procurarla, no tanto en las esencias de las prendas y prestaciones personales de los actuantes, sino en la fuerza, influencia y presencia que tiene la aplicación virtual por la cual la sentencia se aplica: WhatsApp.
En 2009, cuando Jan Koum y Brian Acton, dos ex empleados de Yahoo, concibieron la idea de crear WhatsApp, solo buscaban comunicarse con sus amigos del gimnasio sin tener que llamarlos uno por uno. No tenían en mente que estaban generando una expresión de poder de una fuerza social poco imaginable.
Era el inicio de un sistema de intercambio que conllevaría un esquema de sanciones si, por alguna razón, uno de los participantes en el proceso sentía afectados sus intereses o sus egos.
Ventajas y funciones
Entre sus dones está ser amigable en cuanto al uso: es de gran apertura intuitiva, no demanda grandes conocimientos tecnológicos y está disponible para una amplia gama de dispositivos, incluidos teléfonos inteligentes, tabletas y ordenadores.
Además de las fotos, vídeos, ubicación, documentos y contactos, WhatsApp permite enviar audios grabados instantáneamente entre los usuarios.
Describe Wikipedia que la duración de los audios es ilimitada. En las últimas actualizaciones se ha desarrollado un sistema de «manos libres», mediante el cual, con solo pulsar y arrastrar una vez hacia arriba el botón de audio, el usuario ya no tiene que mantenerlo pulsado.
WhatsApp tiene su propia presentación en la web:
? https://www.whatsapp.com/?lang=es_LA
¿Quién creó WhatsApp?
Jan Koum, ucraniano hoy nacionalizado norteamericano, tuvo la idea de crear WhatsApp en 2009.
La empresa WhatsApp fue fundada el 22 de febrero de 2009 por el ingeniero informático Jan Koum, quien originalmente es ucraniano.
Koum nació en Kiev, Ucrania (entonces Unión Soviética). Creció en Fastiv, en los alrededores de Kiev, y luego emigró a Estados Unidos, mudándose con su madre y su abuela a Mountain View, California, en 1992. La familia se instaló modestamente en un apartamentito de dos habitaciones. (4)