El pasado jueves 30 de mayo se confirmó el cierre definitivo del supermercado La Placita, un emblemático establecimiento ubicado en la capital dominicana que por décadas formó parte del día a día de miles de familias, especialmente en las zonas de Gascue y la Universidad.
La noticia fue revelada por un oyente del programa radial «Almuerzo de Negocios», quien informó que tras visitar el local, le confirmaron que el supermercado había cesado operaciones. Este inesperado cierre dejó perplejos a los conductores del programa y a muchos de sus oyentes, pues La Placita era un referente de atención personalizada, productos exclusivos y tradición.
Un supermercado con historia
Fundado en 1992, La Placita se destacó desde sus inicios por ofrecer productos de alta gama y un servicio excepcional. Fue, junto al desaparecido supermercado Orégano, de los primeros en aceptar pedidos telefónicos cuando aún no existían las plataformas digitales para compras a domicilio. Los clientes llamaban, hacían su lista y recibían la compra directamente en casa, una experiencia de conveniencia que marcó época.
A pesar de que sus precios eran conocidos como los más elevados de la ciudad, La Placita cultivó una clientela leal que valoraba la calidad, la exclusividad de los productos y la atención personalizada —los empleados conocían a muchos de sus clientes por nombre.
¿Por qué cerró?
Aunque no se ofreció una declaración oficial por parte de sus propietarios, los comentarios del programa apuntan a una combinación de factores: la pérdida de su clientela tradicional tras el desplazamiento de familias hacia zonas como Piantini, Naco o Serrallés, la falta de adaptación a las nuevas tecnologías (no contaban con una app o un canal de e-commerce eficiente), y una evidente ausencia en redes sociales, donde su último post data del 2023.
A esto se suma un cambio de local que generó confusión entre sus propios clientes. De su tradicional ubicación a mano izquierda, el supermercado fue trasladado a un local al frente, más pequeño y menos visible, lo que según algunos analistas, pudo haber afectado considerablemente su tráfico de clientes.
El vacío que deja
El cierre de La Placita no solo marca el final de un negocio, sino el ocaso de un modelo de supermercado de barrio de alto nivel, gestionado de forma independiente, sin pertenecer a grandes cadenas. Muchos coinciden en que el mercado ha cambiado, y que la supervivencia de estos negocios depende de su capacidad de adaptarse al entorno digital y comunicar efectivamente su valor añadido.
Con su partida, se abre un nuevo espacio comercial en una zona cada vez más activa como la avenida Bolívar, pero también queda un vacío en la memoria de muchos capitaleños que, por años, encontraron en La Placita más que un supermercado: un lugar familiar, cercano y confiable.
¿Y ahora qué?
El cierre de La Placita podría servir como llamado de atención para otros supermercados independientes. La clave parece estar en reinventarse, comunicarse activamente con sus clientes, y hacer uso estratégico de las plataformas tecnológicas que hoy dictan el ritmo del comercio.
El supermercado Dragón de Oro, también mencionado en el programa, es un ejemplo de cómo un comercio puede tomar un segundo aire. Quizás, en el fondo, esta despedida también traiga lecciones valiosas para el futuro del comercio local en República Dominicana.