En el caos diario de bocinas, humo y desesperación que define al tránsito del Gran Santo Domingo, algo profundo —literalmente— está ocurriendo. Una transformación silenciosa, aunque ruidosa. Un proyecto de infraestructura monumental que se desarrolla en las entrañas de la ciudad con la promesa de cambiar para siempre la forma en que nos movemos.
Se trata del sistema de túneles y pasos a desnivel que actualmente se construye en la intersección de la Plaza de la Bandera y la avenida Isabel Aguiar, una de las intervenciones más ambiciosas de la historia vial dominicana.
El monstruo del tránsito y la promesa subterránea
Durante años, la Plaza de la Bandera ha sido un símbolo patrio y, para los conductores, una pesadilla. Allí confluyen las avenidas 27 de Febrero y Gregorio Luperón, un nodo por donde late con fuerza el tráfico de la capital. Sin embargo, la infraestructura no había sido capaz de sostener el volumen de vehículos que día tras día la asedian. Todo intento de solución era un parche sobre una herida abierta.
Hasta ahora.
El Gobierno, a través del Ministerio de Obras Públicas, decidió ir más allá… literalmente. No se trataba de levantar más elevados, sino de excavar. De intervenir la ciudad desde sus cimientos para liberar sus arterias congestionadas. El paso a desnivel bajo la Plaza de la Bandera y el túnel que se extiende por la avenida Isabel Aguiar son los pilares de esta cirugía urbana.
¿Qué tan avanzado está el proyecto?
A junio de 2025, los avances ya se sienten. Quien pase por la zona no verá la plaza como la recordaba: grúas, cascos, polvo y maquinaria dominan el paisaje. Según informes oficiales, la obra ha superado el 60% de ejecución. Las redes de servicios públicos —agua, electricidad, fibra óptica, etc.— ya han sido reubicadas. Ahora, los esfuerzos se concentran en la construcción de los muros pantalla y el techo del túnel.
La excavación avanza a ritmo «agresivo pero controlado», según los ingenieros. Sin embargo, el terreno ha puesto trabas. Rocas inesperadas han obligado a cambiar maquinarias y ajustar plazos. La fecha oficial de entrega —finales de 2025— parece ahora más una meta optimista que un compromiso firme. La realidad apunta al primer trimestre de 2026.
El costo del progreso: polvo, ruido y ventas por el suelo
Aunque muchos aplauden la visión, la ejecución ha sido una prueba de fuego para los comerciantes y residentes de la zona. Los desvíos han creado un laberinto que ni Waze puede descifrar. Los negocios se quejan del polvo y del ruido; los clientes han desaparecido; y los comerciantes, como la dueña de un salón en Herrera, temen no sobrevivir al túnel.
«Rezamos para que esto avance, porque a este ritmo, cuando terminen, ya habremos quebrado», dice con resignación.
La avenida Isabel Aguiar: de frontera caótica a puente urbano
Mientras la Plaza de la Bandera representa el corazón del proyecto, la avenida Isabel Aguiar es su arteria más crítica. Con su tránsito caótico, sus paradas informales y su densidad comercial, esta vía es actualmente una barrera entre Herrera y el Distrito Nacional. El nuevo túnel busca convertirla en un puente, una conexión directa que reduzca los tiempos de viaje en más de un 70%.
Y aunque hoy el entorno es un campo de guerra, con aceras rotas y calles casi intransitables, los trabajos avanzan. Topógrafos usan tecnología de punta para asegurar que ambos frentes subterráneos —el de la Plaza y el de Herrera— se encuentren con precisión milimétrica.
¿Cuándo veremos resultados?
La gran pregunta es esa: ¿cuándo? El Gobierno insiste en que trabajan sin descanso. Pero la ingeniería no siempre responde a discursos. Se estima que para primavera de 2026, ambos túneles estén conectados y operativos. En ese momento, un vehículo podrá entrar en Herrera y salir en la 27 sin un solo semáforo. Lo que hoy puede tomar 45 minutos podría reducirse a menos de 10.
Este proyecto no es una obra aislada. Forma parte de un plan mayor para transformar la movilidad del Gran Santo Domingo, junto con intervenciones previstas en la Kennedy, la Duarte y la Charles de Gaulle. Todo esto financiado con una mezcla de préstamos internacionales y presupuesto nacional.
Un futuro sin tapones
Sí, hoy todo es ruido, polvo y paciencia agotada. Pero bajo el asfalto, la ciudad está siendo rediseñada. Santo Domingo está pasando por una cirugía mayor. Y como toda operación, duele, molesta y deja cicatrices. Pero si el resultado es una capital más conectada, más rápida, más humana, entonces valdrá la pena.
La historia se está escribiendo 20 metros bajo tierra. Y como todo buen final… aún no lo hemos visto. Pero se siente cerca.