Durante una animada conversación radial, surgió un tema aparentemente banal, pero que generó una reflexión profunda: ¿qué ha pasado con el sándwich en la República Dominicana?
Lo que antes fue un plato planificado, una salida especial, un antojo con categoría, hoy parece haber perdido su esencia. “El sándwich se ha convertido en un resuelve”, dijo uno de los comentaristas, apuntando que, aunque el consumo ha aumentado, la calidad y la experiencia han disminuido.
De gloria a factoría
En otros tiempos, lugares como Esquina de Texas o Emparedado ofrecían sándwiches considerados casi “premium”, con pan crujiente, ingredientes bien seleccionados y una experiencia de consumo memorable. Hoy, la mayoría de las sandwicherías parecen más líneas de producción que cocinas creativas. “Vemos muchos locales, muchas franquicias, pero sándwiches muy básicos, con poco nivel de elaboración”, se comentó.
La Barra Payán, icónica por su historia, también fue objeto de análisis. Aunque sigue siendo la referencia principal en el mercado, se criticó que su pan ya no es crujiente como antes. “Es un pan raro, no es de agua, no es sobao, no es baguette, pero tampoco cruje”. Muchos coinciden en que, sin un buen pan, un sándwich pierde el 50% de su magia.
¿Es culpa del pan o del consumidor?
Parte del debate giró en torno a si esta decadencia viene por el lado del producto o del consumidor. En un contexto donde nutricionistas y tendencias alimenticias promueven eliminar la harina, es posible que el sándwich haya sido víctima del miedo al pan. Sin embargo, hay una contradicción: las empanadas, las donas y las pizzas –todos productos altos en harina y calorías– siguen en auge.
Entonces, ¿por qué los sándwiches no? Quizás porque los que hacían sándwiches realmente buenos no supieron comunicar su valor. Y en un mercado donde la Barra Payán ofrece precios accesibles y una marca consolidada, competir sin una propuesta clara es difícil.
La experiencia también importa
Otro punto clave fue la experiencia. Muchos de los locales actuales donde se sirven sándwiches no ofrecen un ambiente cómodo: sin aire acondicionado, sin buena atención, sin presentación cuidada. “Te lo sirven en un plato plástico, sin mimo. Eso también influye en cómo percibimos el producto”.
En países como Estados Unidos, los sándwiches premium forman parte de menús con categoría. Aquí, eso ha desaparecido en gran parte. “He pedido un cubano y me dan algo que no tiene ni pan cubano”, se lamentó uno de los participantes.
¿Hay esperanza para el sándwich dominicano?
Sí, pero con condiciones. Hace falta recuperar la calidad del pan, la presentación del producto, el valor de la experiencia, y sobre todo, comunicar bien por qué un sándwich puede costar más si está bien hecho. “No es lo mismo un cubano a 500 que uno a 250… pero el de 500 tiene pan crujiente, ingredientes seleccionados y un ambiente que lo hace especial”.
Este llamado no es para eliminar los “sándwiches de factoría”, sino para que vuelva la diversidad y el respeto por un plato que, en su mejor versión, es mucho más que un resuelve.