Por décadas, República Dominicana fue referente en la protección ambiental gracias a la visión férrea y, a veces autoritaria, del expresidente Joaquín Balaguer, quien, pese a su estilo polémico, entendió antes que muchos que un país sin bosques es un país sin futuro.
Durante sus gobiernos, Balaguer impulsó una reforestación masiva, creó los principales parques nacionales del país, y frenó la depredación de los recursos naturales con medidas que aún resuenan: cerró hornos de carbón, decomisó sierras ilegales, y puso al Ejército a custodiar montañas. El Jardín Botánico Nacional, por ejemplo, fue inaugurado en 1976 como símbolo de ciencia, recreación y pulmón natural para una capital en expansión.
Hoy, ese legado se encuentra bajo amenaza.
El colectivo patriótico RDPorLoAlto ha hecho una denuncia alarmante: un proyecto vial aún envuelto en opacidad pretende utilizar parte del terreno del Jardín Botánico, interviniendo hasta 1,500 metros cuadrados de su superficie. Aunque las autoridades han bajado la cifra original (4,500 m²), siguen sin presentar públicamente los estudios de impacto ambiental, planos ni permisos legales que justifiquen esta intervención.
Lo más grave no es solo la posible mutilación del Jardín, sino el patrón que se repite: ya se intentó violentar el Parque Mirador Sur para ampliar la avenida Anacaona, se construyó una terminal sobre el Parque del Este, y el “sueño” de la Avenida Ecológica se convirtió en una pesadilla urbana. ¿Hasta cuándo se seguirá troceando el Cinturón Verde del Gran Santo Domingo?
Balaguer, con todos sus defectos, nunca se atrevió a tocar estos santuarios verdes, sino que los protegió con la misma determinación con la que otros mandatarios hoy los ignoran o vulneran. El contraste es tan evidente como vergonzoso.
¿Dónde está el Ministerio de Medio Ambiente en este proceso? ¿Quién vela hoy por el futuro verde de nuestra nación?
El país necesita desarrollo, sí, pero no a costa de los espacios que nos permiten respirar, pensar, educarnos y vivir con dignidad. Tocar el Jardín Botánico, aunque sea con una retroexcavadora pequeña, es una herida profunda al corazón ecológico de la capital.
Y como diría el propio Balaguer en uno de sus discursos: “cuando el árbol cae, no vuelve a levantarse. Pero el pueblo que lo permite, se marchita con él.”