Durante años, este emprendedor dominicano ( Quien escribe esta nota) ha trabajado con pasión creando productos artesanales con identidad local. Pero había un obstáculo que me impedía llevar mis creaciones a otros países: el alto costo de los envíos internacionales.
Muchos clientes en Estados Unidos y Europa me pedían mis piezas, pero el envío salía incluso más caro que el producto. Siempre les ofrecía las opciones que conocía: FedEx, DHL o UPS, pero los precios eran tan elevados que terminaban desmotivando la compra. Yo mismo sentía impotencia de no poder brindar una opción justa y accesible.
Aun así, los pedidos desde el extranjero no dejaban de llegar. Fue entonces cuando decidí buscar una alternativa más económica y accesible. Pensé en el Instituto Postal Dominicano (IMPOSDOM) y me acerqué a una de sus oficinas, ubicada en una zona turística de Santo Domingo. El lugar estaba bien acondicionado, limpio y organizado. Sin embargo, la atención fue completamente decepcionante. Salí más confundido de lo que entré. No me dieron la información que necesitaba. Fue frustrante.
Días después, seguía recibiendo mensajes de clientes preguntando si ya podía enviar. Así que decidí darme una segunda oportunidad. Esta vez fui a la oficina del IMPOSDOM en Los Mameyes, Santo Domingo Este. Y ahí todo cambió.
Una joven muy amable me atendió. Le conté mi situación, y con paciencia me explicó todo: los costos, el tiempo estimado de entrega, el proceso de embarque, cómo debía embalar el producto… Salí de allí con la mente clara y el corazón cargado de entusiasmo y sueños.
Con esa información en mano, decidí hacer mi primer envío de prueba a Nueva York, para ver qué tal funcionaba el servicio, cuánto tardaba en llegar y cómo se manejaba todo. Compartí la noticia en mis redes sociales: “Ya tenemos envíos a USA.” La reacción fue inmediata. Los clientes se alegraron muchísimo y empezaron a llegar los pedidos.
Ese primer envío fue un momento muy especial para mí. Sentí orgullo, emoción y esperanza. Entendí que cuando uno insiste, cuando no se rinde, siempre aparece una puerta. Y que nuestros productos hechos con amor, también merecen viajar.
Ahora bien, no todo fue perfecto. Aunque el trato fue excelente, las condiciones físicas de la oficina en Los Mameyes eran preocupantes: sin aire acondicionado, las empleadas sudando por el intenso calor, mobiliario viejo, sillas inadecuadas, sin uniformes. Todo parece sacado de una oficina gubernamental de los años 80. Las guías se llenan a mano, no aceptan tarjetas, no hay computadoras. El sistema está completamente desactualizado.
Es urgente que modernicen ese servicio y que dignifiquen el espacio de trabajo de esas empleadas que, a pesar de las condiciones, hacen su mejor esfuerzo.
Aun con todo eso, dar este paso fue un logro para mí y lo comparto con la intención de que otros emprendedores dominicanos sepan que sí se puede exportar sin que el envío te arruine.
Este artículo tendrá una segunda parte, donde contaré si el cliente en Estados Unidos recibió el paquete, en qué condiciones llegó, y qué tan eficiente fue realmente el servicio del IMPOSDOM.
Porque los sueños dominicanos… también se empacan y se envían.