Hace apenas unos meses, la discoteca Jet Set en Santo Domingo fue escenario de una de las peores tragedias en la historia reciente de República Dominicana. Durante una presentación en vivo del merenguero Rubby Pérez, el techo del local se desplomó inesperadamente, dejando un saldo devastador de más de 200 personas fallecidas y cientos de heridos.
En su momento, el país se paralizó ante las impactantes imágenes y testimonios. Familias enteras perdieron a sus seres queridos y miles de dominicanos expresaron su solidaridad y dolor. Rubby Pérez, símbolo de la música nacional, perdió la vida en ese desastre, pero junto a él murieron cientos de hombres, mujeres y niños cuyos nombres y rostros se han ido perdiendo en el tiempo.
Sin embargo, a pesar de la magnitud de esta tragedia humana, el caso empieza a diluirse en la memoria colectiva. Las investigaciones oficiales avanzan con lentitud, y las promesas de justicia y reformas para evitar que vuelva a suceder algo similar parecen desvanecerse. Los familiares de las víctimas, quienes aún cargan con el peso de la pérdida, reclaman respuestas y acciones concretas, pero sus voces ya no resuenan con la fuerza de aquellos primeros días.
El país, atrapado en el ritmo acelerado de nuevas noticias y acontecimientos, corre el riesgo de olvidar no solo a Rubby Pérez, sino a las más de 200 personas que vieron truncadas sus vidas de manera tan inesperada y trágica. Cada nombre, cada historia personal, debería ser recordada para honrar su memoria y exigir que nada similar vuelva a ocurrir.
Este olvido prematuro es una advertencia: la tragedia de Jet Set no debe ser solo una estadística o una nota pasada. Es un llamado urgente a reforzar la seguridad, a mantener viva la memoria de las víctimas y a garantizar que se haga justicia para todos aquellos que quedaron atrapados bajo los escombros aquella fatídica noche.