
Vivir en un condominio puede parecer la opción ideal: seguridad, áreas comunes y una comunidad cercana. Pero la realidad muchas veces es otra. Los pleitos, chismes y desacuerdos entre vecinos son pan de cada día y, en gran parte, tienen que ver con el mantenimiento, las cuotas y la convivencia en espacios compartidos. Para entender mejor este fenómeno, hablamos con Maciel Martínez, experta en bienes raíces, quien nos detalla las causas y cómo evitar que la vida en comunidad se vuelva un verdadero drama.
Uno de los conflictos más frecuentes gira en torno al pago de las cuotas, sobre todo las extraordinarias, que se generan para cubrir reparaciones o mejoras, como pintar la fachada del edificio. “Muchas personas no quieren pagar porque piensan que solo deben invertir en lo que está dentro de su apartamento”, explica Maciel. Sin embargo, lo que ocurre afuera —en las áreas comunes— afecta directamente el valor y la calidad de vida del condominio. Un apartamento puede ser lujoso por dentro, pero si el ascensor no funciona, las paredes están descascaradas o la piscina no se mantiene, nadie quiere vivir ahí.
Esto genera tensiones porque algunos vecinos pagan puntualmente, mientras otros se resisten o directamente se niegan. El resultado: falta de fondos para mantenimiento, reparaciones eternas y malestar general. “Es una realidad que mucha gente no quiere asumir responsabilidades, pero espera que su propiedad suba de valor sin hacer nada por el entorno”, señala Maciel.
Otro punto crítico son las filtraciones entre apartamentos. Los daños que un vecino pueda causar por una mala instalación o una gotera suelen convertirse en la peor pesadilla para la convivencia. “Una filtración puede destruir molduras, pinturas y generar conflictos fuertes porque no siempre se sabe quién es responsable”, comenta la especialista. En estos casos, la ley establece responsabilidades, pero el proceso suele ser engorroso y genera enemistades duraderas entre vecinos.
Las diferencias también salen a la luz en temas como el consumo de gas o el uso de servicios comunes. Muchos condominios no tienen sistemas individualizados, por lo que unos terminan pagando más por el consumo excesivo de otros, como quien tiene jacuzzi o cocina mucho. Aunque instalar medidores individuales parece la solución lógica, muchos se oponen por el costo inicial o la “falta de confianza”.
Por si fuera poco, la falta de organización y comunicación agrava las disputas. “Muchos condominios no tienen un administrador formal, no hacen reuniones o no aplican las normas claras de convivencia”, explica Maciel. Esto facilita que el ruido, la basura o el mal uso de las áreas comunes se conviertan en fuentes constantes de queja y desacuerdo.
Finalmente, la experta subraya que vivir en comunidad requiere compromiso y sentido común. “Si algo en tu apartamento está afectando a tu vecino, lo justo es hablar y buscar solución. El condominio es como una empresa donde todos somos socios y debemos aportar para que funcione bien”. Pero lamentablemente, dice, “la gente no quiere desprenderse del dinero para mantenimiento y luego se quejan de la mala convivencia”.
En resumen, los conflictos en los condominios no son solo por diferencias personales, sino que tienen raíces profundas en la falta de pago, organización y conciencia sobre el cuidado del espacio común. Para vivir bien, más allá del lujo del apartamento, hace falta voluntad y compromiso colectivo.