
El metro de Santo Domingo, un medio de transporte vital para miles de ciudadanos, se ha convertido en el escenario de un sinfín de anécdotas, debates y situaciones insólitas. Un reciente podcast reunió a un grupo de jóvenes dominicanos —Anthony, Eso 2.0 y una tercera invitada— para discutir las peculiaridades de este medio de transporte, desde las normas de etiqueta no escritas hasta los comportamientos más molestos.
La polémica de los asientos: ¿Caballerosidad o derechos?
Uno de los puntos más álgidos del debate fue la ocupación de los asientos. Mientras algunos argumentan que los asientos son para todos y se ganan por orden de llegada, otros defienden la caballerosidad dominicana, sosteniendo que los hombres deberían ceder su lugar a mujeres, ancianos, embarazadas y personas con discapacidad.
Anthony, por ejemplo, defendió el derecho a sentarse si llegaba primero, argumentando que paga sus impuestos. Sin embargo, se encontró con la oposición de sus compañeros, quienes resaltaron que existen asientos designados, marcados en gris, que deben cederse obligatoriamente, sin importar quién llegue primero.
Conflictos y códigos de comportamiento
Los invitados compartieron diversas situaciones que reflejan la falta de civismo en el metro:
- El «empujón» de la hora pico: La prisa por conseguir un asiento a menudo lleva a que las personas se empujen al abrirse las puertas, generando roces y frustración.
- La guerra por el tubo: Algunos pasajeros se «apropian» de los tubos, abrazándolos o recostándose en ellos, impidiendo que otros puedan sujetarse correctamente.
- El dilema de la maleta: El audio del metro pide a los pasajeros que no se queden en la puerta si no se bajan en la próxima estación, para facilitar el flujo de personas. Sin embargo, muchos ignoran esta norma, creando un «embudo» en las entradas y salidas.
Las situaciones más incómodas: de lo personal a lo público
La conversación escaló a temas más delicados y personales, sacando a relucir problemas que afectan la convivencia en un espacio tan reducido:
- Acoso en el metro: La invitada expresó su frustración con los hombres que se aprovechan de la cercanía en el metro para acosar a las mujeres.
- Falta de higiene: El tema del mal olor, o «grajo», fue otro punto de molestia. Se discutió la incomodidad de compartir espacio con personas que, a pesar de las costumbres de higiene, emiten olores desagradables, especialmente en las mañanas.
- Lectura indiscreta: Se señaló la falta de respeto de las personas que leen las conversaciones de los celulares ajenos, una situación común que genera incomodidad y viola la privacidad.
El «predicador» del vagón y otras anécdotas
Los invitados también hablaron de experiencias más ligeras, pero igualmente peculiares:
- El botón de las puertas: La costumbre de presionar repetidamente el botón para abrir las puertas, aunque estas se abren solas, fue motivo de burla. Un invitado defendió su hábito, afirmando que lo hace por costumbre, pero sus compañeros lo tildaron de «malacostumbrado».
- Predicadores del metro: La interrupción del silencio del metro por personas que predican a voz alta fue otro punto de descontento. Los invitados coincidieron en que la imposición de una creencia, más que la fe en sí misma, es lo que resulta molesto.
- La insensibilidad en los pedidos de ayuda: Aunque se reconoce la necesidad de algunas personas, se criticó la actitud de quienes se muestran exigentes o maldicen si no reciben la ayuda que esperan, lo que genera desconfianza y endurece el corazón de los demás pasajeros. Se citó el caso de un niño pidiendo dinero por la calle, que se descubrió que lo hacía por sus padres.
El debate dejó claro que el metro, a pesar de ser un medio de transporte eficiente, es un microcosmos de la sociedad dominicana, con sus propias normas, conflictos y personajes únicos. Las anécdotas compartidas reflejan un deseo de mayor cortesía y respeto en un espacio que, por su naturaleza, obliga a la convivencia diaria.