Amaury Mo 
Montecristi, un rincón de la República Dominicana conocido por su icónico Parque Nacional El Morro, sus manglares y el reloj de Eiffel, es mucho más que sus postales tradicionales. Este viaje nos lleva a explorar la provincia desde una perspectiva íntima y personal, revelando tesoros ocultos, la calidez de su gente y un legado que perdura en el tiempo.
La sorpresa en Playa Mi Popa: el sabor de la humildad
La aventura comienza en Playa Mi Popa, una joya escondida que, a pesar de su belleza, permanece fuera del circuito turístico masivo. El punto de partida es la conmovedora historia de Doña Eva, propietaria de un humilde restaurante, que a través de un video viral invitó al viajero a su establecimiento. El encuentro se convierte en una emotiva sorpresa, mostrando la genuina hospitalidad de la gente de Montecristi.
En su cocina, Doña Eva prepara un festín de mariscos y pescados frescos, como chillo, mero y un pargo sazonado con «yerbitas del monte», todo capturado localmente. La estrella del menú es una langosta de 5 libras con una deliciosa salsa de ajo, acompañada de un moro y aguacate. La experiencia no se limita a la comida; el lugar también ofrece opciones de hospedaje, como tiendas de campaña familiares con comodidades básicas, ideales para aquellos que buscan una conexión más profunda con la naturaleza.
Del atardecer en Gran Gosciet a la exquisita cena en Blue Marlin
Montecristi es un paraíso para las actividades acuáticas. La exploración continúa con un paseo en bote que recorre la zona de manglares, un ecosistema vital, y pasa por el majestuoso Morro. El destino final es la Piscina de Gran Gosciet, un lugar que se ha vuelto viral en las redes sociales por sus aguas cristalinas. Aunque la marea no permitió verla en su máximo esplendor, el atardecer que se presenció fue inolvidable.
Después de la travesía, la noche se cierra con una cena en el restaurante Blue Marlin, ubicado en el Club Náutico. Aquí, se degustan platos exquisitos como el pulpo a la brasa con su toque ahumado y un ceviche peruano, acompañado de una innovadora coctelería creada en el momento. El restaurante destaca no solo por su gastronomía, sino también por ser un punto estratégico para eventos, ofreciendo vistas espectaculares del Morro y atardeceres de ensueño.
Un viaje por el legado histórico: la Casa Azul y el primer hospital
El recorrido histórico de la provincia comienza en el centro de Montecristi, explorando sus icónicas casas victorianas. La Casa Azul es un ejemplo de cómo se rescata el patrimonio cultural. Convertida en un gastrobar y centro de alquiler de bicicletas, este lugar «instagramable» no solo ofrece café artesanal y un espacio para la lectura, sino que también honra la arquitectura de antaño.
El tour en bicicleta revela detalles fascinantes, como el reloj de Montecristi, diseñado por Gustave Eiffel en 1895. Se visitan las fachadas de casas históricas, como la de Emilia Jiménez e Isabel Mayer, y se pone de manifiesto la necesidad de preservar estos edificios que forman parte del legado dominicano.
El viaje culmina en una casa que, por casi 100 años, funcionó como el primer hospital de Montecristi. En este lugar, nació el icónico merenguero Fernando Villalona. La visita, guiada por una de las herederas, muestra los pasillos, habitaciones y un antiguo aljibe de 1868, que funcionaba como un sistema de bombeo de agua. Es un recordatorio tangible de la rica historia de la provincia.
A tener en cuenta
Montecristi es una provincia que va más allá de sus atracciones turísticas más conocidas. Es un destino que ofrece una mezcla de experiencias, desde la calidez de su gente y su deliciosa gastronomía, hasta la riqueza de su historia y la belleza de sus paisajes. Es un lugar para vivir, sentir y conectar con la esencia de un pueblo que se enorgullece de su pasado mientras construye un futuro prometedor.
José Peguero 
Ensegundos.do 
