
El telescopio espacial James Webb registró en el cometa 3I/ATLAS una proporción inédita de dióxido de carbono frente al agua, un hallazgo que podría cambiar lo que sabemos sobre la formación de cometas en otros sistemas estelares.
Un visitante interestelar único
3I/ATLAS es el tercer objeto interestelar identificado, después de ?Oumuamua (2017) y Borisov (2019). Detectado en julio por el sistema ATLAS, su análisis inicial generó especulaciones sobre riesgos de impacto o incluso teorías de origen artificial, ya descartadas por la NASA.
El Webb confirmó algo más intrigante: su atmósfera está dominada por CO?, la proporción más alta jamás observada en un cometa.
Dos posibles explicaciones
-
Que se formara en una región con radiación intensa, donde el agua se evaporó y solo quedó CO?.
-
Que naciera en un disco protoplanetario muy frío, cerca de la llamada “línea de hielo” del dióxido de carbono.
En ambos casos, el cometa actúa como una cápsula del tiempo que revela condiciones químicas distintas a las del Sistema Solar.
Un viajero milmillonario
El Hubble calculó su tamaño en 5.6 km de diámetro y sugirió un origen en el centro galáctico, con más de 7,000 millones de años de antigüedad. Viaja a 210,000 km/h, una velocidad récord atribuida a múltiples “efectos tirachinas” gravitatorios a lo largo de su recorrido interestelar.
Una oportunidad fugaz
El 3I/ATLAS estará visible hasta finales de septiembre, antes de ocultarse tras el Sol. En diciembre volverá a ser observable, y cada dato recogido por el Webb, el Hubble y los observatorios terrestres será clave para comprender estos raros mensajeros cósmicos.