
En el béisbol, el apellido Guerrero tiene un peso importante.
La entrada de Vladimir Guerrero al Salón de la Fama de Cooperstown no solo inmortalizó su legado en el diamante, sino que también puso una más exigente lupa sobre sus hijos, quienes han seguido —en mayor o menor medida— sus pasos.
Tres de ellos eligieron el béisbol como norte, con Vladimir Guerrero Jr. como el rostro más visible en las Grandes Ligas, aunque también le siguen Pablo Guerrero, firmado por los Vigilantes de Texas, y Vladi Miguel, por los Mets de Nueva York.
Sin embargo, otro eligió una ruta distinta.
Ese hijo es Miqueas Guerrero, quien con 23 años ya es ingeniero civil, un título que resuena con tanto orgullo en el hogar de los Guerrero como cualquier cuadrangular de su padre, su tío o sus hermanos.
Desde temprana edad, Miqueas dejó claro que el béisbol, aunque parte esencial de su entorno, nunca fue su pasión. Lo jugó en la niñez, pero lo hizo como pasatiempo, no como una meta de vida.
“Me gustaba jugarlo, claro que sí, pero más por diversión que por pasión. El béisbol era una especie de juego como cualquier otro, aunque sí sé que para mis hermanos era algo especial. En lo personal, nunca fui bueno en el béisbol”, reconoce Miqueas durante una entrevista concedida al Listín Diario.
En su corazón nunca latió la ilusión de firmar un contrato profesional, ni de batear un jonrón o subir a un montículo. Y ese reconocimiento, aunque pudiera parecer extraño para alguien de apellido Guerrero, fue siempre respetado en su casa.
Vladimir padre nunca lo obligó a ponerse el guante como rutina, ni a perseguir un sueño que no sentía suyo. Al contrario, le dio la libertad de ser él mismo.
“Nunca tuvimos que hacer esa conversación de que yo no iba a ser pelotero; él se dio cuenta sólo y me dejó ser. Jamás me obligó o siquiera me dijo que yo debía al menos intentarlo, siempre papi ha respetado la decisión de cada uno de nosotros”, enfatizó el ingeniero.
Pero, aunque en su hogar reinó la comprensión, la verdadera exigencia la sintió desde fuera.
“La gente en la calle sí me decía como que ‘oye, tienes que ser pelotero o tienes que jugar pelota así como tú papá’. Eso en algún momento sí lo llegué a ver como una ligera presión, pero tampoco una tan importante”, añade Miqueas.
Ahora, ¿Cómo se dio lo de elegir otra ruta?
Una charla con su profesora de geometría despertó su interés, y al investigar descubrió en la ingeniería civil un mundo donde podía construir, crear y dejar huellas tangibles, distintas a las de un estadio.
“La profesora me dijo, ‘Oh, pero es muy bueno con la configuración’. Entonces pensé que debería investigar sobre arquitectura. Lo hice pero no me interesó tanto, pero en lo que estaba buscando toda la información de arquitectura encontré ingeniería civil, la investigué más y me interesó. Entonces dije ‘Me gustaría ver dónde me lleva’, y así fue que terminé con ingeniería civil”, sostuvo.
Esa curiosidad se transformó en vocación, y más tarde en profesión. Hoy, tras un año de concluir sus estudios en Estados Unidos, ya trabaja en una respetada compañía con un rol importante.
Eso no significa que el béisbol le sea ajeno. Todo lo contrario: sigue siendo parte de su vida. El deporte le conecta con su familia y especialmente con Vladimir Jr., a quien suele acompañar cuando está en la ciudad (Texas).
“Cuando Vladdy (Guerrero Jr.) viene, ya sea a enfrentar a Houston o a los Vigilantes, siempre voy a verlo y paso tiempo de calidad con él”, dijo Miqueas.
Miqueas Guerrero, quien ya tiene 12 años viviendo en Estados Unidos, no descarta venir a República Dominicana en el futuro para también aplicar sus conocimientos en su tierra natal.