
Un equipo internacional de astrónomos logró un hito histórico: la primera imagen directa de un planeta en pleno proceso de formación, incrustado en un anillo de polvo que rodea a una estrella joven.
El hallazgo
El descubrimiento, publicado en The Astrophysical Journal Letters, confirma lo que durante décadas fue solo una hipótesis: los protoplanetas pueden abrir huecos en los discos de gas y polvo donde nacen.
El planeta, bautizado WISPIT 2b, se ubica a 440 años luz de la Tierra en el sistema estelar WISPIT 2, una estrella similar al Sol. Fue detectado mediante sistemas de óptica adaptativa de última generación, como MagAO-X en el Telescopio Magallanes (Chile), el Gran Telescopio Binocular (EE.UU.) y el Very Large Telescope del Observatorio Europeo Austral.
Características del protoplaneta
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Masa: unas 5 veces la de Júpiter.
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Ubicación: a 56 unidades astronómicas de su estrella (más allá de la órbita de Neptuno).
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Estado: en plena acreción, absorbiendo hidrógeno y despejando el espacio entre dos anillos brillantes del disco.
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Evidencia clave: la detección de emisión H ?, la luz característica que emite el hidrógeno al caer sobre la superficie del planeta.
Un segundo candidato, denominado CC1, fue identificado más cerca de la estrella, a unas 15 unidades astronómicas.
Implicaciones científicas
El hallazgo resuelve un misterio de larga data: los vacíos en los discos protoplanetarios sí pueden deberse a la formación de planetas.
“Se han escrito docenas de artículos teóricos sobre la causa de estos huecos, pero nadie había encontrado evidencia directa hasta hoy”, señaló Laird Close, astrónomo de la Universidad de Arizona y líder del estudio.
Los investigadores destacan que WISPIT 2b es un laboratorio natural para entender cómo se formaron gigantes gaseosos como Júpiter y Saturno en los primeros millones de años del sistema solar.
Un modelo para futuras observaciones
El descubrimiento no solo confirma que los protoplanetas pueden formarse en diferentes configuraciones de discos multianillo, sino que abre la puerta a estudiar la diversidad de sistemas planetarios fuera de nuestro entorno.
Gracias a la combinación de óptica adaptativa avanzada, espectroscopía y observaciones infrarrojas, los astrónomos ahora pueden observar con un nivel de detalle sin precedentes cómo nacen los mundos.