
Puerto Príncipe (EFE).- La decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de crear una nueva fuerza internacional para combatir a las pandillas que aterrorizan Haití, está supuesta a prosperar y dejar atrás una estela de misiones similares que no han podido garantizar la seguridad en el país más pobre del continente.
El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el martes una resolución impulsada por Estados Unidos y Panamá para el despliegue en el país caribeño de la Fuerza de Eliminación de Pandillas (GSF) que sustituirá a la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS), desplegada el año pasado bajo el liderazgo de Kenia sin lograr resultados destacados.
La Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS), dirigida por Kenia, abandonará el país en los próximos días sin haber logrado los resultados esperados.
Muy diferente a lo esperado, las bandas armadas haitianas se han hecho con nuevos territorios en ciudades, amén de que controlan el 90 % de la zona metropolitana de Puerto Príncipe.
Asimismo, la fuerza no ha logrado ayudar a la Policía Nacional a recuperar los territorios controlados por las bandas desde hace muchos meses, a pesar de las operaciones llevadas a cabo, ninguna de las cuales ha resultado con la detención o la muerte de un jefe de banda.
Se trata de un duro revés para la MSS, que deja lecciones que la nueva fuerza deberá aprender para poder hacerlo mejor en un país en el que las expectativas de un retorno a la calma apenas encuentran respuesta más allá de los discursos, las notas y las ruedas de prensa, donde las promesas no dejan de multiplicarse.
¿Será esta la oportunidad?
La Fuerza de Eliminación de Pandillas de Haití está supuesta a contar con 5.500 miembros militares o policiales.
La MSS debió estar conformada por unos 2.500 efectivos, pero solo alcanzó los 1.000, debido a que varios países no enviaron los miembros que habían anunciado y no tuvo el respaldo económico previsto.
La misión que finaliza carecía de apoyo logístico, por lo tanto, esta nueva fuerza anunciada corre el riesgo de enfrentarse a las mismas dificultades, si no hay una voluntad real por parte de la comunidad internacional.