
El deseo sexual no desaparece de la noche a la mañana con los años.
Aunque es común que se presente una disminución gradual de la libido en hombres mayores de 60, los especialistas advierten que no siempre la edad es la responsable. La pérdida repentina del apetito sexual suele estar ligada a condiciones médicas, emocionales o incluso al consumo de ciertos medicamentos.
En un informe de la Clínica Mayo, o ‘Mayo Clinic’ en inglés, reconocida por su liderazgo en investigación y atención médica, se resalta que la mayoría de los hombres conservan algún nivel de interés en la intimidad hasta los 80 años. Cuando el deseo se apaga sin explicación, conviene buscar una causa más allá del paso del tiempo.
Factores ocultos detrás de la baja libido
El estrés, la depresión y la fatiga encabezan la lista de los detonantes más frecuentes. También influyen el alcoholismo, el uso de drogas ilegales y algunas enfermedades que alteran las hormonas masculinas. En muchos casos, la caída de la testosterona se convierte en el origen silencioso de la pérdida de vitalidad sexual.
A esto se suman los efectos secundarios de ciertos fármacos. Antidepresivos, antihipertensivos, medicamentos para la quimioterapia o tratamientos contra el dolor crónico pueden reducir el deseo sin que el paciente lo sospeche.
Según el ‘National Council on Aging’, identificar estos vínculos es crucial para plantear un manejo oportuno. La baja libido no es exclusiva de los hombres. Aunque se manifiesta en etapas distintas, en ambos géneros la edad se cruza con factores biológicos, psicológicos y sociales que terminan afectando la intimidad.
En las mujeres, los cambios hormonales propios de la menopausia generan sequedad vaginal, sofocos y molestias que repercuten en el interés sexual.
Hormonas y enfermedades
En los hombres, la llamada andropausia marca un proceso lento y progresivo. Los testículos reducen su producción de testosterona y el tejido pierde elasticidad. Esto no implica infertilidad inmediata, pero sí una disminución de la energía y del impulso sexual. En paralelo, la próstata tiende a agrandarse, lo que provoca problemas urinarios que también impactan la vida íntima.
La diabetes, la obesidad, la hipertensión y las cardiopatías son otros condicionantes que deterioran la función sexual. No solo por sus síntomas físicos, como el dolor o la fatiga, sino también porque los tratamientos para controlarlas pueden traer consecuencias en el rendimiento sexual.
De acuerdo con los expertos, se estima que el 90 % de los casos de disfunción eréctil en hombres mayores se debe a causas físicas más que psicológicas. Sin embargo, la dimensión emocional no puede subestimarse: la ansiedad, las experiencias traumáticas y los problemas de pareja reducen la capacidad de disfrutar del encuentro sexual.
Una vida sexual activa sí es posible
Pese a todos estos cambios, los especialistas coinciden en que el envejecimiento por sí solo no elimina la posibilidad de tener una vida sexual plena. El acompañamiento médico, la comunicación en pareja y los ajustes de estilo de vida, como el ejercicio, la alimentación balanceada y el descanso adecuado, pueden marcar la diferencia.
El reemplazo de testosterona, en casos necesarios, o la modificación de medicamentos que interfieren con el deseo son algunas de las alternativas terapéuticas disponibles.
Otras veces, basta con atender la depresión, la apnea del sueño o los problemas de estrés para recuperar la vitalidad. La recomendación es clara, hablar con un médico sin tabúes.
La salud sexual forma parte del bienestar integral y puede mantenerse a cualquier edad. La pérdida del deseo, lejos de ser un destino inevitable, puede tratarse y superarse. El Tiempo | GDA