
La experiencia de esta cinta de terror, suspenso, fantasía y trasfondo social debe ser respaldada por el público y diseccionada en sus diversos aspectos por la crítica, sin radicalismos ni complacencias, sin omitir sus deficiencias y entendiendo el valor de su significado y realización.
Una película es un cuerpo vivo. Es una criatura que refleja las virtudes, las capacidades, los talentos y también las debilidades de quienes la han creado. Por ello, como totalidad, no es posible etiquetarla simplemente como buena o mala. Cada producción cinematográfica constituye una experiencia en sí misma y refleja procesos y fases que aportan novedad, frescura, junto a inevitables falencias.
Lo justo sería evaluar cuál de estos factores resulta determinante y, en el caso de Baño de Mujeres, lo que más impacta al espectador es el empeño y el atrevido compromiso de haber dejado la zona cómoda y segura para incursionar en un género relativamente novedoso para nuestro medio audiovisual. Ese es su éxito. Su falencia, sin embargo, reside en la historia y su desarrollo final.

Baño de Mujeres es una película de terror, suspenso, horror, fantasía y contenido social que hay que ir a ver. Es un espectáculo que resume enormes valores de producción, a pesar de algunos reparos que surgen del desenlace de la historia, lo cual no le resta valor.
Esta cinta está llamada a integrarse en el panorama imprescindible del quehacer de nuestro cine actual. Existen elementos en su construcción que apelan a un cine prefabricado, con debilidades conceptuales y de desarrollo que nos dejan aspirando a mucho más, sobre todo luego de la formidable demostración actoral y técnica con que ha sido dotado el proyecto.
Tuvimos la fortuna de ver Baño de Mujeres en una tanda ordinaria y, tras la proyección —disfrutada en la dulce complicidad de una sala sin fans del proyecto, sin parientes de los autores aplaudiendo a rabiar ni patrocinadores orgullosos de su respaldo—, queda claro el valor de (casi todas) sus actuaciones protagónicas y de soporte, así como el formidable armazón técnico que la sostiene. Estamos, sin duda, ante una pieza que merece atención, respeto y una actitud críticamente positiva.
Aspectos actorales
La caracterización de Frank Perozo (Rata), su transformación física y la adopción de la personalidad psicópata, incluyendo los tics nerviosos, constituyen un ejemplo digno de estudio en clases magistrales de actuación. Perozo, quien en los últimos años se ha sentido más cómodo como director de comedias y actor de variedades, incursiona aquí en un personaje extremo. Su interpretación es integral al esquema del filme: el caminar, la mirada e incluso las escoriaciones del codo contribuyen a transmitir el descuido corporal y la perturbación de su personaje.
Judith Rodríguez, quien carga con buena parte del peso actoral, sale airosa del desafío de ser el personaje pivote. Evita caer en la sobreactuación y logra mantenerse como la figura que hilvana los acontecimientos.
Lucitania Suero es la gran sorpresa de Baño de Mujeres: por su compromiso y desempeño, la más joven de las actrices principales se destaca como la única que alcanzó el nivel exigido por un casting particularmente demandante.
La puertorriqueña Angelique Burgos y la mexicana Altair Jarabo cumplen correctamente con sus roles, aunque sin llegar a un nivel sobresaliente; su desempeño se mantiene dentro de un rango interpretativo promedio.
Mario Lebrón, Ramón Candelario, Juan Carlos Pichardo y Orestes Amador aportan solidez a la historia desde sus roles de soporte. Pepe Sierra presenta credenciales interpretativas promedio, pero se percibe algo distante del sentir de su personaje, sin lograr convencer en su doble rol; nos dejó esperando más.
Gracielina Olivero, centrada y plena en su personaje, se roba las escenas en que aparece. La seguridad de su rostro, su expresión apacible y el dominio de sus circunstancias provocan la pregunta inevitable: ¿Cuándo la veremos en un protagónico que hace tiempo merece?
Lo técnico
Existen dos factores de peso propio en la factura técnica: la musicalización especializada de Mario Sévigny, con amplia experiencia internacional en el género, y la fotografía y dirección de cámara. Sévigny, diestro artesano del sonido, otorga cuerpo emocional a las escenas: golpea, incita, sugiere y estremece con precisión.
Junto a la música, probablemente el otro elemento diferencial de Baño de Mujeres sea la dirección de arte, que evidencia logros indudables dentro de nuestra tradición audiovisual. A cargo de Guiselle Madera, el diseño y la construcción del espacio dramático principal logran una atmósfera de encierro y claustrofobia tan efectiva como memorable.
Las animaciones, con énfasis en las manchas de sangre y pintura y el cruce de insectos, constituyen un modelo de trabajo fílmico comparable con producciones internacionales. Realizadas por el taller Guerra Toons, de Jean Guerra, poseen verosimilitud, movilidad incisiva y calidad visual: un logro notable.
El tráiler merece una consideración aparte: es una tremenda pieza de proyección y promoción del proyecto. Excelente ritmo, notable buen criterio de edición y gran poder de impacto. Es uno de los casos en los cuales el avance logra una excelencia en si mismo, independientemente de la película que promueve.
Contexto del cine dominicano
Baño de Mujeres es, hasta ahora, la mejor película de terror realizada en el país, aunque no la única. Es la sexta producción dominicana del género, después de Andrea, la venganza del espíritu (2005), La casa del kilómetro cinco (Omar Javier, 2012), El hoyo del diablo (Francisco Disla, 2012), La bruja (Ronny Sosa, 2021) y Jupía (2022).
La historia, la gran deuda
El fallo principal se encuentra en el desarrollo final de la historia. Cuando se pierde la fuerza narrativa, se diluye el suspenso planteado y se escapa la posibilidad de un cierre a la altura de los efectos y las actuaciones. La mezcla de situaciones y la solución final se inclinan hacia fórmulas preestablecidas, abusando del recurso de las fuerzas policiales especiales. Los hechos se precipitan y el relato se debilita.
Es válida la denuncia social implícita, e imperiosa la necesidad de expresarla, pero quizás adoptar un tono documental habría sido más efectivo. El factor de menor costo —la imaginación— falla en el desenlace. No obstante, ello no resta trascendencia al proyecto, que mantiene sus méritos como apuesta de riesgo colectivo, fruto del trabajo de numerosos talentos. Una experiencia que debe ser recogida y valorada.
La recomendación
Baño de Mujeres debe ser vista y disfrutada por el público, evaluada con seriedad por la crítica y considerada como una pieza más dentro del valioso mosaico de experiencias que empujan hacia la calidad total del cine dominicano. Se trata de aprender de los procesos y fortalecer el compromiso con la perfección, tal debe ser el paso siguiente.

Ficha técnica
Género: Suspenso – Thriller
País: República Dominicana
Duración: 99 minutos
Producción ejecutiva: Caribbean Cinemas
Director: Frank Perozo
Idea original: Kendy Yenoreth Calcaño
Guion: Kendy Yanoreth y Santiago Fernández Calvete
Música original: Mario Sévigny
Animación gráfica: Guerra Toons
Elenco: Judith Rodríguez, Frank Perozo, Altair Jarabo, Pepe Sierra, Angelique Burgos, Mario Lebrón, Ramón Candelario, Juan Carlos Pichardo, Gracielina Olivero, Orestes Amador y Lucitania Suero.
Participaciones especiales: Brea Frank, Marta González, Daniel Luciano, Nelfa Núñez, Arturo López, Freyenly Rojas y Nico Clínico.
Ficha en IMDB
https://www.imdb.com/es/title/tt33356177/