
Cristina Moya puede decir que es una mujer a la que no le han regalado nunca nada. Ni falta que le hace, porque con sus manos y su tesón ha logrado hacerse un hueco en el sector de la construcción, donde hasta hace bien poco prácticamente no había mujeres que se dedicaran a ello.
Pero eso a Kiki, como la conoce todo el mundo, nunca le ha importado. Ella vio la oportunidad de hacer lo que le gustaba y no la desaprovechó. De eso hace ya 20 años y nunca se ha quejado del oficio que eligió, más bien todo lo contrario. Orgullosa que está de ello.
«Era muy jovencita. Tenía 22 o 23 años, pero ya era madre y me surgió la oportunidad de poder estar dos años en una escuela taller, que se llamaban entonces, y que ahora es como la formación profesional. Estuve dos años aprendiendo el oficio. Porque yo antes trabajaba de monitora infantil en una guardería. Y cuando me salió la oportunidad, me dije: ‘‘Ahora o nunca’’.
Porque al ser madre y tener mi trabajo, pensaba que ya no iba a poder conseguirlo. Pero sí, lo dejé todo y me metí a hacer ese curso de dos años», relata esta mujer, que se ha hecho un hueco en el sector y cuenta con el respeto de todos sus compañeros.
«Me apliqué, salí como oficial de segunda de albañilería. Pero es verdad que al principio me costó mucho que me dieran la oportunidad de trabajar. Y lo que hacía eran trabajos para mi familia, que si el cuarto de baño para mi prima, algo para mi abuela, también para mi hermano… Y cuando fui cogiendo más experiencia, después de pasarme años haciendo obrillas, pues ya me dieron la oportunidad de trabajar en obras más grandes, de viviendas de pisos y cosas así», aclara, mientras reconoce que hace un tiempo que ya trabaja por su cuenta, de manera autónoma.
«Siempre me gustó la obra. Yo quería aprender algo para construir. Y me dediqué a los alicatados, los revestimientos, las terminaciones, que para mí es lo más bonito que tiene la obra. Aunque conozco todos los oficios de principio a fin, porque ya llevo muchos años en esto. Y he pasado por muchos de ellos. Me encanta este trabajo.
Lo mío es de vocación», dice. Pero no todo ha sido color de rosa para Cristina. Ella tuvo que demostrar su valía, sobre todo cuando quiso hacerse un hueco: «Cuando era más joven y me presentaba a una obra, no me querían dar trabajo. Me decían que si me daban trabajo, el resto de mis compañeros ya no iban a trabajar.
Yo siempre les respondía que yo no venía a estar de cachondeo. Me encontraba con que no me daban la oportunidad. Pero una vez que me veían trabajar, ya empezaban a tratarme como una más en la obra». Porque cuando Cristina se mete en faena, no hay distracciones que valgan: «Tú estás a lo tuyo, en tu sitio, y tratando de sacar el trabajo adelante».
Detalla el portal La Voz de Galicia, que en estos veinte años de oficio, Kiki ha vivido también la crisis del ladrillo de hace unos años. Todavía la tiene muy presente: «No tenía nada que ver con lo que hay ahora. Era mucho más complicado encontrar trabajo. Y lo poco que había era malo y mal pagado. Porque claro, al haber poco, abusaban más de la cuenta.
Igual pasó también en la pandemia, que los precios estaban reventados. En algunas partes de España se cobraba lo mismo que hace veinte años. Ahora, está cambiando la cosa un poco. Porque cada vez somos menos los que trabajamos en la construcción. No hay gente y los precios suben un poco».