
Mantener un cerebro activo y saludable a lo largo de los años es una meta posible, respaldada por múltiples investigaciones científicas. Los expertos coinciden en que no se requiere de tratamientos costosos ni de rutinas complejas para preservar la mente en buen estado, sino de hábitos diarios sencillos que fortalecen la salud mental y mejoran la calidad de vida.
Según estudios recientes en neurociencia cognitiva, la clave está en fortalecer la reserva cognitiva, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y resistir los efectos del envejecimiento o de enfermedades neurodegenerativas sin perder funcionalidad.
El profesor Benjamin Boller, de la Universidad de Quebec en Trois-Rivières, explicó que mantener una vida intelectual, social y emocional activa ayuda a pasar de un envejecimiento pasivo a uno más pleno y dinámico. Aprender cosas nuevas, participar en actividades recreativas y mantener una vida social activa son, según el especialista, los pilares de una mente fuerte.
La educación y el aprendizaje continuo
Hasta hace poco, la educación formal se consideraba el principal factor protector frente al deterioro cognitivo. Sin embargo, nuevas investigaciones de la Comisión Lancet sobre la demencia revelan que hasta el 45 % de los casos podrían prevenirse o retrasarse si se modifican factores de riesgo como la inactividad física, la depresión prolongada o el aislamiento social.
Los científicos también señalan que la reserva cognitiva puede fortalecerse en cualquier momento de la vida, no solo durante la juventud. Actividades como aprender un idioma, tocar un instrumento musical o practicar juegos de estrategia estimulan la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para formar nuevas conexiones neuronales.
De acuerdo con el laboratorio de neuropsicología del envejecimiento de la UQTR, seguir aprendiendo durante la adultez —ya sea por medio de cursos, lectura o nuevos pasatiempos— produce cambios reales en la estructura y funcionamiento del cerebro, mejorando la memoria, la concentración y la autonomía personal.
La importancia de la interacción social y el ejercicio físico
El mantenimiento de redes sociales y la práctica regular de ejercicio también son fundamentales. La Comisión Lancet subraya que tanto la inactividad física como el aislamiento social incrementan significativamente el riesgo de deterioro cognitivo.
Actividades simples, como caminar con amigos, participar en clubes o talleres comunitarios, y ofrecerse como voluntario, fortalecen el bienestar emocional y estimulan el cerebro. De igual modo, el ejercicio físico contribuye a una mejor oxigenación y circulación cerebral, factores claves para conservar la agilidad mental.
Nunca es tarde para comenzar
Programas de estimulación como Engage, desarrollados por el Consorcio Canadiense sobre Envejecimiento y Neurodegeneración, combinan música, videojuegos, voluntariado y otras actividades recreativas para mejorar las capacidades cognitivas y sociales en adultos mayores.
El profesor Boller afirma que los beneficios se observan incluso cuando estos hábitos se adoptan en etapas avanzadas de la vida. “Participar en experiencias significativas y estimulantes protege la mente frente a los efectos del envejecimiento y las enfermedades”, explicó.
La evidencia científica es clara: nunca es tarde para cuidar el cerebro. Mientras exista plasticidad cerebral, el aprendizaje y la interacción social siguen siendo herramientas poderosas para fortalecer la mente.
Un llamado a la acción
Los especialistas recomiendan asumir un rol activo en el propio desarrollo mental. Incorporar pequeñas rutinas como leer, socializar, ejercitarse y aprender habilidades nuevas puede marcar una gran diferencia en la salud cerebral.
En definitiva, cuidar el cerebro no depende de la edad, sino de la constancia. Cada esfuerzo por mantenerlo estimulado —ya sea aprendiendo algo nuevo, compartiendo con otros o moviendo el cuerpo— contribuye a prolongar la juventud mental y a vivir con mayor plenitud.