
Nicolas Sarkozy llegó a la presidencia francesa en 2007 alardeando de una energía hiperactiva. Pero el exmandatario conservador entró este martes en prisión en una caída espectacular iniciada con su derrota electoral tras su único mandato.
La justicia lo condenó a cinco años de prisión por maniobrar para financiar ilegalmente con dinero de Libia su campaña de 2007 y, además, pidió la ejecución provisional de la pena. Pese a contar con dos condenas previas, siempre había logrado evitar la prisión.
Conocido por sus declaraciones contundentes, este animal político de 70 años se presentó como víctima de unos jueces supuestamente politizados: «Si quieren que duerma en prisión, dormiré en prisión con la cabeza alta. Soy inocente», dijo tras la condena.
Este martes entró en la cárcel parisina de la Santé, donde podría permanecer sólo unas semanas si la justicia le concede la libertad condicional. Mientras tanto, «escribirá sobre esta experiencia tan difícil que sufre», dijo su abogado Christophe Ingrain.
«Sarko», como se le conoce en Francia, se convirtió así en el primer exjefe de Estado francés desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en acabar entre rejas, después de ser este año el primero en lucir una tobillera electrónica.
El marido de la modelo, cantante y actriz Carla Bruni había construido su carrera con una posición de línea dura contra los delincuentes, los migrantes y el islam, apoyado en una imagen de «presidente de los ricos» y amante del lujo.
Su derrota en la elección de 2012 ante el socialista François Hollande y, cuatro años después, en las primarias de su propio partido conservador lo condenaron a retirarse de la vida pública.
«Ha llegado la hora para mí de levantar más pasión privada y menos pasión pública», declaró entonces.
Aunque retirado de la primera línea, no dejó de influir en la política, en la que entró en 1983.
Sus problemas judiciales y su vida personal continuaron acaparando la atención mediática, mientras que los políticos, desde el actual presidente Emmanuel Macron al joven líder ultraderechista Jordan Bardella, se reunían con él.
– Un «francés de sangre mezclada» –
Nacido el 28 de enero de 1955, este hombre de corta estatura, moreno con ojos azules, apasionado por el fútbol y el ciclismo, es un perfil atípico en la clase política francesa.
No proviene de la gran burguesía ni ha pasado por una gran universidad, contrariamente a la mayoría de sus pares. Hijo de un inmigrante húngaro, criado por su madre y su abuelo griego, se presenta como un «francés de sangre mezclada».
«Un ambicioso, que no duda de nada, sobre todo de sí mismo», dijo de él un día su predecesor Jacques Chirac, su primer mentor.
Alcalde a los 28 años de un rico suburbio de París, Neuilly-sur-Seine, diputado a los 34, ministro a los 38… Sarkozy superó todas las metas antes de ser elegido jefe de Estado a los 52 años, en su primer intento en 2007.
Durante su carrera, se forjó una sólida reputación de personalidad enérgica, pero sus detractores lo acusan de ser demasiado impulsivo, como cuando le gritó «casse-toi pauvre con» (lárgate idiota) a un hombre que se negó a estrecharle la mano.
Criticado por su afición al dinero y el alarde de su vida privada, Sarkozy fue el primer presidente francés que se divorció durante su mandato, antes de casarse en 2008 con Bruni, con quien tuvo una hija. Tuvo otros tres hijos con sus dos primeras mujeres.