Ante la fuerza invisible de la poesía no hay nada que la detenga. Ni siquiera los 390 milímetros de lluvia dejados por la tormenta Melissa, ni los vientos, ni el temor. La poesía, engarzada en el ritual anual de la Semana Internacional de la Poesía, ha vuelto a ser posible.
Su jornada del jueves lo confirmó mediante múltiples conexiones: cara a cara, letra a letra, a través de la instantaneidad de lo virtual o desde la consistencia silenciosa de la palabra impresa en cada libro tomado por alguien para leer en honor a este acontecimiento.
La Semana, organizada por un Comité Operativo impulsado por la Fundación Espacios Culturales y respaldada por 23 instituciones y empresas, continúa reafirmando la fe en la magia transformadora de la forma más elevada de la palabra inspirada.
Lectura vitual, marca rutas

Parte del quehacer ha sido tomar la modalidad virtual para, ante la inclemencia del tiempo, hacer que la poesia fuera posible. Tal fue el caso de la lectura virtual con los invitados internacionales desde diversos espacios universitarios.
La Cafetera de El Conde

Un espacio simbolicamente vinculado a las letras en general y a la narrativa y la poesía en particular, es La Cafetera, un establecimiento que recoge la tradición de las cafeterias europeas como espacio y encuentro de intelectuales y artistas para el intercambio creativo.
Tal ocurrió asi en la noche del miercoles 22, en La Cafetera. Había sido un lugar en el cual figuras esenciales de las letras,el arte y la comunicación se han encontrado por anos, tocando ahora a los invitados de la Semana Internacional de la Poesia.
Moderada y presentada por Ibeth Guzmán y Mateo Morrison, desde las siete de la noche, a pesar de las aguas caidas, se reunieron alli, en este espacio oloroso de café para escuchar los poemas , (algunos de los cuales transcribimos abajo)
Jornada del jueves 23

Ibeth Guzmán, directora ejecutiva del evento, informó que en horas de la mañana se grabó un recital poético con un grupo de los invitados internacionales mediante la plataforma Acento, desde el programa A partir de ahora, producido por Gustavo Olivo Peña.

Diez poetas compartieron sus textos durante más de una hora para un público que recibió la emisión este viernes 24, en retransmisión por todos los canales del sistema de cable, además de su medio original acento.com.do.

A las 4:00 de la tarde se realizó una lectura desde la Casa Mella Russo, en modalidad virtual, con piezas que reafirmaron la calidad y trascendencia de los escritores invitados, procedentes de 12 países.
En horas de la noche, aunque fue cancelada por la Embajada de Italia debido a las condiciones meteorológicas, permaneció expuesta en la Casa de Italia la muestra de la artista Rosa Elina Arias, quien trabajó visualmente el discurso poético de la primera gran poeta dominicana, revelando la delicadeza de su pincel.

La fuerza de los textos
La lectura poética en Acento TV, por el programa A partir de Ahora permitió que el publico televisivo recibiera las imágenes de parte de los invitados de la XIV Semana Internacional de la Poesía. Fotos de Acento TV
Es imposible reproducir en su totalidad la poesía leída, pero esta crónica rescata algunos de los fragmentos compartidos en Acento y en los distintos foros de lectura
Es imposible reproducir en un reporte periodístico, toda la poesía leída, por lo cual nos limitaremos a reproducir algunos de los poemas presentados en Acento y los diversos foros de lectura:
Carlos Arrázabal, Argentina
“Y entonces vino el agua para aplaudir los techos. La ciudad era un diamante y por los cerros caían las palabras desguazadas en cascabel de cantos, aluvión de tristezas, bandoneón de risas.
La imagen que se vio fue de Lituania. Jean Paul Sartre caminando por una playa, sabiendo que la inmortalidad puede venir de un ojo y que los ojos configuran a los fotógrafos, pero también a los poetas y que los poetas son aplaudidos por la lluvia cuando en la ciudad suenan las campanas de las iglesias y los coros entonan loas a los profetas de bastón y barba larga.
Ilusión de los versos que dignifican las favelas y los bancos de los parques, donde los desocupados leen los diarios o imploran limosnas. Río de Janeiro era un precipicio y la música coral una laguna.
Los poetas bajo la luz del bandón saltaban charcos de melancolía y en los laberintos de las calles se desbocaban las palmeras bajo el agua, empeñada en continuar su aplauso, humedad en los vidrios, encanto de la noche.
Los versos acudían a los presentes para que se esparciera la buena nueva. Y la buena nueva era una ciudad inventada por estatuas, lejos del oro y las cornisas, redondeada por los aplausos de la lluvia, que lo cubría todo con su manto de piedad”.
Esther Ramón España (El Cuerpo de los colores)
“Todos los pájaros de Islandia colgando a pocos palmos del suelo. Muy todavía el blanco me vigila. Es la costumbre de curvarse, de amasar con nada la simiente.
Podría pintarles la voz, pero no lo haces. Hay algo que se aferra y algo que se cae a pedazos. El frutero descompuesto con la fruta intacta.
Abandonamos aquella isla donde se rompe el pan y se comen los cristales.
Y ahora, ahora nada. Esa es la escena. Tienes que mirarla.
Todos los pájaros de Islandia colgando a pocos palmos del suelo, no siendo su estar, no siendo sino mayo desde arriba, una sola hoja de sonido fina, casi inexistente, como hielo quebradizo, como el miedo de quebrarlo, como savia helada y escondida, como para no escucharse.
Tanto limo, la esperanza, tanto limo, tanta espera y el agua, no comida, no.
Solo el nudo corredizo que los sujeta.
Todos los pájaros no se mueven tampoco.
Se creyeron la orden de ser sin ruido.
Se creyeron la orden todos los pájaros de Islandia. Una reserva de vacío, una lámina hueca entre estancias habitadas. Cuelgan todos, cuelgan. Hay algo no pintado en lo pintado, como en los cuadros, a pocos palmos del suelo”.
José Luis Rivas. México (Un navío, un amor)
“Cuando vieron en Delfos que el Apolo de los griegos tenía forma humana, los celtas prorrumpieron en grandes carcajadas.
Desde luego también de mí se burlarían de enterarse que te he dado aquí, Elena, fisonomía vana de criatura perecedera.
Pero, ¿cómo podría yo, mero mortal, valerme de recursos que excedan mi condición efímera?
La realidad de allende de la palabra es la margen que nunca toca ni por naufragio la escritura.
El fracaso medida es del humano y fracaso mediante.
Espero con el mío alcanzar alguna vez el desdén de los dioses. Sé la primera, Elena, en concedérmelo.
Cabaña de otates entre los médanos y la muchacha que aporten a Rivera una proa de encaje y la gaviota tijereteando las espiras de su propio descenso hasta rasar la arena.
Las palmeras rizándose de brisa, como los zumbadores de un papalote que cosquillean nubes.
Cierta tarde sumida al fondo del ancón.
Los horizontes que tiran de su pecho bajo el escote, el deseo, sus íntimas marismas, la pardela que parte en remolino, un navío, un amor y la ráfaga que ondula las pestañas, correo de papel de china que asciende poco a poco por el hilo de vibrante pandorga, multicolor fondo escotado de las islas, seda, licra, jersey, en hiladillo sobre piel que aspira bocanadas, inmensidad y regreso”.
Luis Méndez Salinas. Guatemala (Codex)
“Antes, muy antes, cuando la soledad no enfriaba todavía y era el mundo un mar de llamas negras y silencio.
Antes, cuando ni sed ni soles, cuando ni piel, ni luz, ni ruido, cuando ni suelo ni raíz, cuando el vacío, cuando el reflejo.
Antes, cuando el cielo se envolvía en otro cielo, más grande que él, más cálido y más negro.
Cuando los embriones desplegaban sus siluetas en espejos invisibles, cuando el agua, cuando todo estaba quieto y florecía el horizonte como un pliegue oculto entre una y otra nada.
Antes, cuando las estrellas eran sueños de la luz colgándose en los párpados del cielo, cuando el amor y la muerte se fundían en la misma nube gris del deseo y los corazones no empezaban su murmullo, cuando todo era blando y caracolas comenzaban a engullir la humedad de los sonidos.
Antes, en el presentimiento de las formas, en las inverosímiles columnas de humo alzándose como banderas de leche y luz en la sombra, en el beso de los labios más inmensos y lejanos ahí en la penumbra, como si todo fuera nuevo y los instantes y los cuerpos explotaran en la imposibilidad de la memoria.
Antes, muy antes, en las semillas de la voz, en su premonición y su destino, en su ausencia aún oculta y transparente: la palabra.
Vaho de las cosas, bruma, galope y estampida, devorando al tiempo en las llanuras del silencio, eco, promesa y profecía, sueño, creación, retumbo, capaz de fracturar distancias, cuchillo primordial que se desliza entre el cielo y el mar”.
Sylvie Kandé . (Traducción de Ariel Dilon):
Muertos en guerra
I.
“Fragorosos se lanzan hacia la empalizada que oscila entre nuestro dominio y el de ellos.
Ejército sin sombra, sin jefe y sin más uniforme que un harapo roído, un ajado sudario.
Rompen allí como olas densas.
A dos manos blanden los unos el mosquete oxidado, cubiertos los otros aún de amuletos.
Afilan el machete en las piedras agudas del camino.
Entre la horda, un crío que se dobla bajo el peso mercenario de la metralleta se detiene a rascar a veces su vientre deforme que recorren los tábanos.
Y mientras su grillo tartamudo entona un peán perdido, hay que decirse, hay que saberlo: tan solo la muerte mata.
Resulta que ahora saquean nuestros arrozales, que ensucian nuestros pozos y almizclan nuestros graneros.
Es el sueldo de olvido que exigen antes de volverse para el bivac en un claro del bosque sagrado”.
II
“He tejido un nombre táctil para sentir la tierra, la red del animal en las palabras. Estoy abriendo los ojos. Con las manos de otras mujeres lo he tejido, con su sangre, sus agujas truncadas, con sus cuerpos hincados en la urdimbre y mi corteza de sal que se desprende, con los hilos saturados de luz, con los que faltan.
Estoy abriendo los dedos atados y el punto de panal con ese lastre, con tambores pequeños que surcan la arpillera y las noches sin dormir de mi madre en aquella casa rica, la puerta atrancada al acostarse y barrer siempre hacia fuera las hormigas. Mira, estoy abriendo los ojos. También aprendo a cantar con el cedazo. Nuestras voces las afilan con cuchillos. Se incorporan a la vida con las manos laceradas, separando estambres, rebaños vivos, colores reales de lo otro, lo nublado, lo que solo se piensa”.
Transmisión de concierto poético en A partir de Ahora (Acento TV)



