El asteroide 2024 YR4, conocido en la comunidad científica como un potencial “city-killer”, ha cambiado drásticamente de escenario en menos de un año. Lo que inició como una amenaza seria para la Tierra ahora se ha convertido en un motivo de atención para la Luna. Este objeto fue identificado en diciembre de 2024 por el sistema ATLAS en Chile y, durante sus primeras evaluaciones, llegó a registrar una probabilidad del 3.1 % de impacto contra nuestro planeta en 2032. Esa cifra llevó a la Organización de las Naciones Unidas a activar, por primera vez, sus protocolos de seguridad planetaria, colocando al asteroide en el nivel 3 de la escala de Turín, reservado únicamente para riesgos que ameritan una respuesta internacional coordinada.
No obstante, las observaciones más recientes modificaron por completo ese panorama. Tanto la NASA como la Agencia Espacial Europea (ESA) consideran prácticamente descartado un choque contra la Tierra en esa fecha. El problema, sin embargo, no desapareció: simplemente se trasladó a unos 384,000 kilómetros, donde los modelos actuales estiman alrededor de un 4 % de probabilidad de impacto lunar hacia finales de 2032.
2024 YR4 es relativamente pequeño en términos astronómicos, con un diámetro estimado entre 53 y 67 metros, comparable a un edificio de unas 15 plantas o a la mitad de un Boeing 767. Aun así, su tamaño basta para generar preocupación. Cálculos de la NASA y de diversos grupos de investigación indican que un impacto a velocidad típica liberaría entre 7 y 15 megatones de energía, equivalente a entre 470 y 1,000 veces la potencia de la bomba de Hiroshima. El choque abriría un cráter de aproximadamente un kilómetro sobre la superficie lunar, un evento excepcional incluso para un cuerpo tan marcado por impactos como la Luna. Además, sería una de las pocas ocasiones en las que los científicos tendrían años de anticipación para estimar lugar y fecha de un evento de esta magnitud.
El momento decisivo llegará en febrero. El telescopio espacial James Webb podrá observar nuevamente a YR4 en dos breves ventanas los días 18 y 26, gracias a su posición orbital en el punto de Lagrange L2, que le permite cubrir regiones del espacio inaccesibles para observatorios terrestres. Con esos datos adicionales, el equipo liderado por Andrew Rivkin —figura clave en temas de defensa planetaria y responsable científico de la misión DART— actualizará los cálculos orbitales del asteroide. Las proyecciones actuales abarcan un rango amplio: existe un 80 % de probabilidades de que el riesgo de impacto lunar caiga por debajo del 1 %, pero también un 5 % de posibilidades de que la probabilidad supere el 30 %, situación que obligaría a la comunidad internacional a evaluar si debe intervenir.
Aunque un choque con la Luna no generaría efectos directos sobre la vida en la Tierra, podría afectar el entorno espacial inmediato. Estudios recientes sugieren que un impacto de este tipo podría expulsar al espacio cientos de millones de kilos de roca lunar, parte de los cuales entrarían días o semanas después en el entorno terrestre en forma de micrometeoroides. Desde la óptica astronómica sería un fenómeno extraordinario; desde la perspectiva operativa, representaría un desafío para miles de satélites, estaciones espaciales y para cualquier presencia humana vinculada a los programas lunares, incluido el calendario Artemis.
Este escenario, aunque todavía distante, ya sirve como plataforma para evaluar estrategias de defensa planetaria que hasta hace pocos años solo existían como pruebas experimentales. En 2022, la misión DART de la NASA demostró que es posible modificar ligeramente la trayectoria de un asteroide mediante un impacto controlado, técnica conocida como impacto cinético. Para YR4, investigadores han sugerido opciones más contundentes, como la detonación de una carga nuclear a cierta distancia del objeto o la combinación de varios impactadores para desviarlo o fragmentarlo antes de 2032. Todas son propuestas aún teóricas, cargadas de incertidumbres técnicas —masa real, composición, respuesta al impacto— y rodeadas de complejas implicaciones políticas y legales.



