Charlie Mosquea es conocido en la República Dominicana como un «artista exquisito» y un compositor de fina pluma, responsable de grandes éxitos del cancionero nacional. Sin embargo, detrás del bohemio que «vive de noche», existe una faceta desconocida marcada por experiencias extrasensoriales y avistamientos de entidades no humanas que comenzaron en su más tierna infancia.
En una reciente y reveladora entrevista, Mosquea detalló por primera vez su encuentro cercano con dos seres desconocidos en la zona rural de Miches, un evento que marcó su vida mucho antes de que tuviera conocimiento sobre ufología o acceso a la televisión.
El encuentro en El Cedro de Miches
Corría el año 1974 o 1975. La familia de Mosquea se había mudado a la colonia de El Cedro de Miches, un paraje rural que en aquella época carecía de luz eléctrica. Charlie, entonces un niño de unos 7 u 8 años, vivía ajeno a la ciencia ficción; su mundo se limitaba al río, la agricultura y las historias de su padre.
El incidente ocurrió mientras el futuro compositor cumplía una tarea cotidiana: buscar agua en un manantial cercano al fundo de su padre.
«Iba descalzo, con mis pantaloncitos, a llenar mis dos galones de agua», relata Mosquea. Al subir una pequeña cuesta de unos 20 o 30 metros de altura, su mirada se cruzó con algo inexplicable.
«Veo estas dos entidades y se me engranosan los pelos ahora solamente de recordarme eso», confesó el artista. Según su descripción, los seres eran «más o menos plateados, con la cabeza grande, el cuello muy estrecho y los ojos grandísimos».
Lejos de sentir terror, el niño experimentó una sensación de calma absoluta. «Sus ojos emitían mucha paz… no me creé ningún tipo de miedo ni de prejuicio. Simplemente me quedé mirando, sus ojos me atrajeron». El avistamiento duró aproximadamente 30 segundos. Mosquea continuó llenando sus galones y, al voltear nuevamente, las entidades seguían allí, observándolo fijamente sin intimidarlo, hasta que minutos después desaparecieron.
La inocencia de su edad y la falta de referencias culturales (Mosquea no vio televisión hasta los 14 años) le llevaron a una conclusión teológica en lugar de ufológica: «Cuando regresé a casa, le comenté a mi papá que había visto a Jesucristo y a Dios». Su padre, como era de esperarse en la época, desestimó el relato como «cosas de muchachos».
Luces sobre el Malecón y viajes astrales
El evento de Miches no fue aislado. Mosquea relató que, ya siendo un joven de unos 17 años viviendo en Santo Domingo, tuvo otro avistamiento significativo en el Malecón, cerca de la Plaza Juan Barón.
En una madrugada tranquila de 1983 o 1984, vio una nave inmensa, «del tamaño de una cancha de baloncesto y en forma de trébol», con luces parpadeantes sobre el mar Caribe. La nave, según cuenta, desapareció a una velocidad vertiginosa en dirección hacia Haina. Este avistamiento coincide en fecha y descripción con una experiencia narrada públicamente por el político e intelectual Tony Raful, quien vio un objeto similar cerca de Juan Dolio en la misma época.
La inspiración detrás de la música
Charlie Mosquea asegura que estas experiencias no son meras anécdotas, sino que han moldeado su sensibilidad artística. Confiesa haber vivido «sueños astrales» y desdoblamientos, incluyendo una experiencia cercana a la muerte donde afirma haber visitado una «playa de diamantes» y reencontrarse con su padre fallecido.
Estas vivencias han sido la fuente de inspiración directa para algunas de sus obras. Un ejemplo es la canción «Diosa del Amor», la cual Mosquea afirma no haber «escrito» en el sentido tradicional, sino haberla recibido completa, con arreglos y violines, durante uno de estos estados de conciencia alterada.
«Yo no soy un experto en ufología, solo soy experto en canciones», concluye Mosquea, quien se suma a la creciente lista de figuras públicas que, en una era de mayor apertura y desclasificación de información, deciden compartir sus encuentros con lo desconocido.



