República Dominicana adquiere estatura y estándares en cine y teatro en 2025. Las experiencias desde escenario y pantallas dejan una clara sensación que mezcla satisfacción, optimismo y la perspectiva de que el talento artístico nacional tiene estándares con calidad para representarnos en cualquier lugar del planeta. Así como lo está leyendo. Tal cual.
Entre luces, cámaras y telones que no descansan, la cultura dominicana demostró que su fuerza no es circunstancial, sino sostenida. Fue un año en el que el teatro se hizo encuentro humano.
José Guillermo Cortines y Pepe Sierra ofrecen un recital de actuación en “Habemus papa”.
Un año que queda registrado como una de las temporadas más vigorosas y diversas del arte dominicano contemporáneo.
En teatro
Un punto alto de la temporada fue Habemus Papa, presentada en la Sala Ravelo del Teatro Nacional Eduardo Brito. La pieza exploró el poder, la duda y la humanidad escondida tras las murallas vaticanas, con actuaciones de Pepe Sierra y José Guillermo que dignificaron el drama filosófico de la obra.
Elvira Taveras resalta como personaje de soporte activo. Guillermo Cordero fue el gran generador y realizador del concepto. Gracias a su persistencia, todo cursó con la impecabilidad de este noble regalo escénico al país.
“¿Feo yo?” tuvo presentaciones en el Palacio de Bellas Artes.
En los escenarios dominicanos, se tuvo un alentador respiro poético: El Principito, versión dirigida por Josué Hirujo en el Teatro Laura Beltrán del Babeque Secundaria, un montaje que devolvió al clásico su fluida emotividad y la capacidad de conmover tanto a jóvenes como a adultos. Hirujo se proyecta como uno de los directores jóvenes más destacados, gracias a una firme formación teatral y a una creatividad desbordante y detallista.
El Teatro Lope de Vega continuó con esa corriente de sensibilidad ofreciendo el musical infantil Hansel y Gretel, despedida luminosa del verano y ejemplo de cómo el teatro familiar puede brillar incluso en espacios reducidos.
Teatro Guloya, fundado hace 34 años como proyecto privado (contra todas las circunstancias en contra) por Viena González y Claudio Rivera, presentó su Ciclo Teatro Chiquito 2025, en el cual se estrenó Un dinosaurio llamado Igu.
Su montaje de 2025 Pinocho completó en el período sus 100 funciones, un hito teatral en el país, y Romeo y Julieta (2025) y Otelosniff fueron presentadas en el XII Festival Internacional de Teatro de la República Dominicana (FITE RD 2025).
Las Máscaras, de las maestras Germana Quintana y Lidia Ariza, celebró en este tiempo sus 25 años con Todos lo quieren saber en enero; luego remontó su clásico autoral y actoral Cita a Ciegas.
Mención de honor en esta evaluación merece la celebración de las temporadas de Microteatro en Zona Colonial–Gazcue Santo Domingo, que ofrece obras de 15 minutos, para 15 espectadores, en espacios pequeños. En el período presentaron: Room Service, La Mujer en el Diván, La Novia, La Luz de la Última Vela, Mabel y María, Minerva y Miguelina. Lastimosamente, los formatos de premiación teatral no incluyen hasta ahora el microteatro. Una tarea pendiente.
La comedia tuvo sus noches gloriosas. TOC TOC, sátira deliciosa sobre los trastornos obsesivos compulsivos, llenó salas entre septiembre y octubre. El elenco encabezado por Gianni Paulino y Exmín Carvajal, Patricia Muñoz, Cindy Galán, Henssy Pichardo, Erlyn Saúl y Yezmín Cabrera, con lo que se reafirmó que el humor inteligente sigue siendo un imán teatral.
La tradición clásica también encontró su impulso contemporáneo. En octubre, Lope de Vega revivió a su propio Lope con La dama boba, montaje que actualizó el ingenio del Siglo de Oro para el público actual.
Y de la firma de Oscar Wilde tuvimos dos piezas: La importancia de llamarse Ernesto, puesta en escena por la Compañía Peti Desperado, en Teatro Lope de Vega, convertida en un juego caribeño que exponía, entre risas, la hipocresía victoriana. Los talentos: Anderson Mojica, Onayra María, Jacobo Carrasco, Dalma Cruz, Paola Mejía y Tanishkal Herrera; y El retrato de Dorian Gray, dirigido por Manuel Chapuseaux, en Sala Ravelo, montaje que revitalizó a Wilde con potencia visual, funciones casi agotadas y un público rendido ante la estética sombría del deseo eterno.
Al acercarse diciembre, el espíritu navideño se instaló con la adaptación de Un cuento de Navidad, donde un Scrooge dominicano —tacaño, uraño, incrédulo— volvió a confrontarse con los fantasmas que redefinen su vida. Un clásico que renovó su vigencia en la cartelera local. Exmin Carvajal es un veterano que se remoza en expresividad. Completan el elenco:
A inicios del año, el teatro tuvo una carta fuerte con ¿Feo yo?, en Bellas Artes, dirigido por Ramón Santana y protagonizado por Pepe Sierra, Nashla Bogaert e Irving Alberti; un proyecto que combinó comicidad, reflexión y un despliegue técnico sobresaliente. Fue una notable apuesta escénica y la transformación que logra Sierra es comparable a lo que hizo en Habemus Papa.
La dramaturgia de Haffe Serulle marcó presencia contundente. Su obra Cuerpos de barro reveló en agosto otro fragmento de su universo expresionista; mientras que El foso, montaje de profunda provocación estética, abrió un espacio de reflexión sobre arte, tecnología y humanidad.
Indiana Brito, por su parte, llevó a escena La Gran Depresión, con una dupla explosiva: Elvira Taveras y Lumy Lizardo, maestras del ritmo cómico y la sensibilidad humana.
En la Sala Ravelo, Dos viejos pánicos de Virgilio Piñera convocó a Orestes Amador y Elvira Taveras en una batalla emocional y existencial que reafirmó la vigencia del absurdo latinoamericano. Uno de los signos de luminosidad más estelares del tiempo teatral.
