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Por qué Hummer fracasó y por qué ha vuelto

En 1991, durante la Operación Tormenta del Desierto, una bestia de metal atravesaba las dunas del desierto como si nada pudiera detenerla. Ancha, ruidosa, imponente. No pedía permiso ni perdón. Era la máxima expresión del poder militar estadounidense. En ese momento, parecía indestructible.

Sin embargo, menos de dos décadas después, ese mismo vehículo no fue derrotado por misiles, tanques enemigos ni minas terrestres. Fue vencido por algo mucho más silencioso y letal: una hoja de cálculo. Así comenzó la caída del vehículo más intimidante del planeta: el Hummer.

A principios de los años 2000, tener un Hummer no era una decisión práctica, era una declaración de principios. No era solo un SUV grande: era ruidoso, ocupaba más de un carril, consumía combustible sin remordimientos y representaba, sin complejos, una visión exagerada del éxito y del poder estadounidense.

En una época marcada por el optimismo económico y el patriotismo posterior al 11 de septiembre, el Hummer gritaba: “Tengo dinero, tengo poder y estoy seguro aquí dentro”. Pero esa misma arrogancia que lo llevó al éxito también lo convirtió en un blanco constante de críticas.

Para algunos, simbolizaba libertad y seguridad. Para otros, era el emblema de todo lo que estaba mal con el capitalismo moderno: desperdicio, contaminación y desconexión con la realidad.

El origen del Hummer no está en un concesionario de lujo, sino en los planos secretos del Pentágono. A finales de los años 70, el Ejército de Estados Unidos necesitaba reemplazar al viejo Jeep. No buscaban un simple vehículo, sino una herramienta multifuncional de guerra.

Así nació el High Mobility Multipurpose Wheeled Vehicle, mejor conocido como Humvee. Diseñado para sobrevivir a condiciones extremas, era ancho, incómodo y brutalmente funcional.

Todo cambió con la Guerra del Golfo en 1990. El conflicto, transmitido en vivo por televisión, convirtió al Humvee en una estrella inesperada. Sus líneas cuadradas y su presencia dominante quedaron grabadas en la mente de millones de estadounidenses como símbolo de victoria, fuerza y superioridad tecnológica.

El paso del campo de batalla a las calles no fue idea de un ejecutivo de marketing, sino de Arnold Schwarzenegger. Durante una filmación, el actor quedó obsesionado con el vehículo y convenció a AM General de fabricar una versión civil.

En 1992 nació el Hummer H1, prácticamente un vehículo militar con pintura brillante y un estéreo. Era incómodo, ruidoso y difícil de estacionar, pero eso no importaba. Arnold compró los dos primeros y, rápidamente, celebridades, raperos y millonarios excéntricos hicieron del Hummer un símbolo de estatus.

A finales de los 90, con la economía en auge, General Motors vio una oportunidad. En 1999 compró la marca Hummer con una idea clara: hacerla más accesible.

En 2002 nació el Hummer H2, construido sobre la base mecánica de modelos como el Chevrolet Tahoe, pero con una estética inflada y agresiva. Gracias a lagunas fiscales, el vehículo podía ser deducido de impuestos como maquinaria pesada, lo que impulsó aún más sus ventas.

El Hummer se volvió omnipresente: videos musicales, programas de televisión, escuelas privadas. Rines gigantes, pantallas, pintura cromada. Era el exceso hecho automóvil.

El problema era evidente, pero nadie quiso verlo. El Hummer consumía combustible de forma obscena, pero con gasolina barata eso parecía irrelevante. Hasta que llegó la tormenta perfecta.

En 2008 subió el precio del petróleo y en 2009 General Motors se declaró en bancarrota. Intentaron vender la marca a una empresa china, pero el acuerdo fue bloqueado. Sin futuro ni compradores, el 24 de mayo de 2010 salió de fábrica el último Hummer. La bestia había muerto.

Durante años, Hummer fue visto como una reliquia vergonzosa de una era de excesos. El mundo automotriz giró hacia la eficiencia, los híbridos y los eléctricos. Parecía el final definitivo.

Hasta que en 2020, en un anuncio del Super Bowl protagonizado por LeBron James, Hummer regresó, ahora bajo la marca GMC y en una forma impensable: 100 % eléctrico.

El nuevo Hummer EV es una paradoja sobre ruedas. Pesa más de cuatro toneladas, acelera más rápido que muchos deportivos y tiene baterías tan grandes que por sí solas pesan lo mismo que un automóvil compacto.

El Hummer eléctrico no fue diseñado para salvar el planeta, sino para romper el estigma de que los vehículos eléctricos son aburridos o débiles. Sus críticos lo consideran una aberración ecológica. Sus defensores, una obra maestra tecnológica.


Lo cierto es que su función va más allá de la eficiencia: es un vehículo cultural, un rompehielos que abre camino a la electrificación del resto de la flota de General Motors.

De las arenas del desierto en la Guerra del Golfo a los videos de rap de los 2000; de la quiebra financiera a la resurrección eléctrica, la historia del Hummer es también la historia de los excesos de una época.

Nos recuerda que los símbolos de poder son frágiles, que el éxito puede convertirse rápidamente en vergüenza, y que nuestra fascinación por el tamaño y la fuerza no desaparece: solo cambia de fuente de energía.

Quizás el nuevo Hummer no sea el héroe que el medio ambiente necesita, pero sin duda es el héroe que la industria automotriz quería. Un dinosaurio que, gracias al marketing y la tecnología, se negó a extinguirse.


 

Amaury Mo

Amaury Mo

Amaury Moreno (Amaury Mo) es un periodista digital y creador de contenidos dominicano con más de 12 años de experiencia. Director creativo de Ensegundos.do desde 2007, es considerado uno de los pioneros del periodismo online en República Dominicana. Especializado en noticias de última hora, reportajes de calle y temas sociales, combina un estilo directo y cercano con producción multimedia propia. Actualmente dirige la línea editorial del portal y genera contenido que se comparte masivamente en redes sociales y WhatsApp en todo el país.