Trípoli. Muamar el Gadafi se convirtió el lunes en un fugitivo, mientras lo que quedaba de sus fuerzas leales presentaba batalla en la capital y los dirigentes mundiales aceptaban a los divididos rebeldes libios como nuevos líderes del estado norteafricano, rico en petróleo.



Casi 48 horas después de que un ataque desde varios frentes sobre Trípoli de los ejércitos de irregulares rebeldes, lanzado junto con un levantamiento en la ciudad, los tanques y francotiradores de Gadafi parecían controlar sólo pequeñas zonas de la capital, incluyendo su cuartel general de Bab al Aziziya.

Los civiles, que el domingo por la noche abarrotaron las calles para celebrar el final de la dictadura, se quedaron en casa el lunes mientras sonaban los disparos. El primer ministro de Gadafi apareció en Túnez. La televisión estatal suspendió sus emisiones y los rebeldes dijeron haber capturado sus emisoras.



En el extranjero, más embajadas libias hacían ondear la bandera rebelde.

Las potencias occidentales que desplegaron su poder aéreo en apoyo de varios grupos rebeldes instaron al «hermano líder» a aceptar que sus 42 años de poder absoluto han terminado, y poner fin al derramamiento de sangre después de seis meses de guerra civil que ha ido y venido de forma errática sobre el país desértico y poco poblado.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, que apostó desde el principio por los rebeldes libios, pidió a los leales a Gadafi que «den la espalda a la ceguera criminal y cínica de su líder cesando inmediatamente el fuego, entregando sus armas y entregándose a las autoridades libias legítimas».

«Muamar el Gadafi y su régimen tienen que reconocer que su gobierno ha llegado a su fin», dijo a su vez el presidente de EEUU, Barack Obama.

Fuente: Es.reuters.com