WASHINGTON. El «sueño americano», en el centro de la agenda de toda elección presidencial en Estados Unidos, se encuentra lejos de poder realizarse en 2012, cuando las desigualdades entre ricos y pobres son cada vez más amplias, dando un argumento de peso a la campaña del presidente saliente Barack Obama.



Al ofrecer el martes el tradicional discurso sobre el estado de la Unión, Obama se pronunció ante el Congreso por la justicia social y por un impuesto mínimo de 30% sobre los ingresos de los más ricos, quienes en los últimos años han visto reducidas sus cargas impositivas.

«El sueño americano atraviesa por un mal momento», explicó el doctor David Madland, director del American Worker Proyect del grupo de reflexión Center for Americain Progress. «Se volvió más difícil de alcanzar que en otros tiempos. Mucha gente piensa que los dados están cargados y que los ricos sólo trabajan para su propio enriquecimiento», precisó.



Con la prosperidad de la posguerra, el mito del sueño americano señalaba que cualquiera que trabajara duro podría alcanzar la holgura de la clase media, con una casa y al menos un automóvil por familia.

Pero un estudio titulado «La movilidad económica: ¿el sueño americano siempre funciona?», muestra que los ingresos netos de los más pobres (un quinto de la población de Estados Unidos) aumentó apenas un 9% entre 1979 y 2004. Al mismo tiempo, los ingresos de los más ricos subió un 69%, e incluso hasta un 176% para el 1% de las personas con las mayores fortunas.

La diferencia es aún más flagrante cuando se compara el aumento de los ingresos de los patrones con los de sus empleados: este estudio, llevado a cabo por la Brookings Institution y Pew Charitable Trust, demuestra que entre 1978 y 2005, los ingresos de los dirigentes se multiplicaron por 35, para alcanzar 262 veces más que el promedio de los asalariados.

Estas desigualdades han sido denunciadas por los manifestantes anti Wall Street, que desde septiembre pasado, se han diseminado por todo el país.

Erin Currier, del grupo de reflexión Pew Economic Mobility Proyect, estimó que la emergencia del movimiento anticapitalista convenció al presidente Obama de trabajar sobre un mensaje exhortando a una mayor equidad.

«Los estadounidenses ahora saben qué papel debe jugar el gobierno y van a mantener la presión sobre él», explicó.

Para Currier, la realidad del sueño americano se ha visto reducida. Los ingresos de los más pobres son, en términos absolutos, mayores que los que tuvieron sus padres, pero sin embargo no han podido tomar «el ascensor social».

«Esto va en contra de nuestra idea fundamental de justicia e igualdad frente a las posibilidades de éxito», añadió, precisando que las tres claves para subir en la escala social son un diploma universitario equivalente a un master, los ahorros y vivir en un buen barrio.

En ese contexto, la publicación el martes de la declaración de impuestos de Mitt Romney, candidato a la investidura republicana para la Casa Blanca, tuvo un mal efecto: el multimillonario reveló haber pagado solo un 13,9% de impuestos sobre sus ingresos en 2010, cuando la tasa máxima para los asalariados llega hasta el 35%.

Los políticos son a veces los menos indicados para dar lecciones, subrayó el especialista en temas fiscales David Cay Johnston, autor de un libro titulado «Comida gratis: como los estadounidenses más ricos se enriquecen a costas del gobierno y ustedes pagan la cuenta», que revela que tanto republicanos como demócratas han ofrecido prebendas fiscales a los más ricos en los últimos años.

En 1961, bajo la presidencia de John F. Kennedy, los 390 estadounidenses más ricos aportaron en promedio un 42% sobre sus ingresos al Estado, según investigaciones sobre los impuestos. En 2008, esa proporción no era más que del 18% de sus ingresos.

«En Estados Unidos, hay dos sistemas fiscales, paralelos y desiguales», remarcó Cay Johnston, precisando que tanto los salarios como la mayor parte de las empresas tienen una fuerte carga impositiva, pero los directores de los fondos de inversión pagan mucho menos. Y ello ocurre dentro de la legalidad.

AFP