RIO DE JANEIRO.- Casado, padre de familia, Flavio Rocha, un abogado de 49 años, lleva todo el año una vida metódica en su oficina del centro de Rio. Pero cuando llega el Carnaval, abandona traje y corbata para vivir su pasión: crear lujosos disfraces y desfilar en escuelas de samba.

Este año, se transformará en pájaro y danzará solo arriba del último carro alegórico de la escuela de samba Uniao da Ilha, que desfilará en el Sambódromo en la noche del lunes próximo.»Soy funcionario, abogado y consultor de Petrobras (el gigante petrolero brasileño), pero consagro mis fines de semana y mis vacaciones a fabricar disfraces», cuenta Flavio a la AFP.



En el sótano de su casa situada en los suburbios de Rio montó su atelier en 1998. Modelos de yeso, telas, pequeños cristales, lentejuelas, tijeras y cola muestran la actividad incesante del abogado en este periodo. Al fondo de la habitación, hay una cama.

«Mi casa es arriba pero duermo aquí. ¡Sacrifico todo por el Carnaval!», afirma.



Flavio muestra con orgullo la cabeza de pájaro muy trabajada, toda plateada, que confeccionó y que llevará en el desfile del sambódromo, apoteosis de la «gran locura», como se conoce al Carnaval.
«Como pájaro, represento al ‘Rio de la Paz’ para los Juegos Olímpicos de 2016» que tendrán lugar en la ciudad, explica.

Este jueves, Flavio participará también en un concurso de disfraces de gran lujo, algunos de los cuales pesan más de 20 kilos.

«Vivo por esta locura, para mostrar la alegría del Carnaval al mundo entero», dice Flavio, que investiga sus diseños en internet y en la Biblioteca Nacional.

El abogado señala un disfraz que diseñó y fabricó para una reina del Carnaval. «Es muy elegante y ligero. Me llevó dos meses hacerlo», dice el artista, mostrando la tanga y el corpiño en strass, perlas y lentejuelas.

Muy solemne, se coloca el tocado de plumas rojas inmensas.

«Los hago para venderlos, tengo un sitio en internet. Un tocado como este cuesta más de 1.500 reales (unos 870 dólares)», dice.

También alquila disfraces y accesorios a grandes hoteles para su decoración, y luego recicla el material.

Sus colegas de Petrobras aprecian su actividad carnavalesca, dice, y van al sambódromo a aplaudirlo.

«Trabajo hace nueve años en Petrobras y no tengo vergüenza de decir que soy un artista del Carnaval. Hay que conciliar familia, trabajo y Carnaval», agrega.

Su pasión se remonta a su infancia. «Nací en Miracema, en el interior del estado de Rio. Vivía frente a una escuela de samba. Fui porta-estandarte y bailarín de una escuela de samba».

Al llegar a Rio en los años 80, asistió a un concurso de disfraces de lujo y al año siguiente decidió presentarse. «Desfilé con mi hijo de seis meses desnudo en brazos y gané», relata.Hoy comerciante, su hijo, Flavio Junior, de 25 años, «detesta» el Carnaval. A su esposa, Maria Terezinha, tampoco le gusta desfilar.

«El Carnaval representa para mí la alegría, el amor. Todo lo que haces debes hacerlo con amor porque si eres feliz, si estás satisfecho contigo mismo, si te amas, estarás bello en el Carnaval. Si no, parecerás un monigote», sostiene.

En el salón de su casa, una estantería alberga los trofeos ganados en los concursos.

«Cumplo con mis dos trabajos con amor y respeto: como abogado, ayudo al público a conocer sus derechos. Y como artista, les otorgo alegría», resume Flavio.