Lo que conlleva peligro real o supuesto puede provocar miedo asociado al riesgo o la amenaza. Es lo que vive una parte de la población que hasta el momento se siente desamparada, desprotegida.
No basta comprar un perro prieto, no. A estos los están envenenando para que no develen a intrusos que a pié, en motores o vehículos de cuatro ruedas circulan por doquier haciendo de las suyas.
A viva voz o de manera soterrada, las madres oran por sus hijos. Los padres no esconden su preocupación. Es una zozobra latente a cualquier hora del día y la noche.
Esta preocupación por la ola delincuencial no debe intimidar. Eso es precisamente lo que desean quienes andan cometiendo actos vandálicos.
Alguna vez no pocos hemos sentido miedo, pese a que abundan quienes aseguran no temer a NADA. A estos los felicito.
Por ahí anda el cantante italiano Tiziano Ferro, asegurando que El Miedo No Existe, en su letra de una canción estimulante que interpreta muy bien.
Pero hace un rato que en el Evangelio de San Mateo se le atribuyó a Pedro negar tres veces a su adorador antes de cantar el gallo. Lo que invadió a este seguidor de Jesús fue EL MIEDO.
El escritor y humorista alemán Jean Paúl (1763-1825) hace una clasificación al respecto: “Los tímidos tienen miedo antes del peligro; los cobardes, durante el mismo; los valientes, después”.
Ahora bien, a quien tiene miedo se lo come el cuco. Hay que tratar de ser equilibrado, ni petulante ni miedoso. Meta el miedo bajo la cama o entiérrelo bien profundo para que no respire.
En la actualidad no pocas personas, hombre-mujer, salen a ejercitarse con un carrote en mano. ¿Por qué? Simplemente porque están convencidos de que la vida no puede detenerse pese a las amenazas.
El miedo contribuye a hundir un país. Eso quieren los delincuentes, que nos abracemos al temor. No se dejes vencer. Es preciso seguir adelante para que vivamos con un poco de paz.
Por Cándida Figuereo