Un psicólogo italiano prensentó una investigación que determina que los infantes deben resolver sus propios conflictos sin la intervención directa de adultos, como manera de formar su caracter. Qué opinan los especialistas argentinos



Poco probable es que pase por la cabeza de un padre que ve a su niño peleando con otro la simple idea de no interceder, y menos, la de evitar preguntar quién fue el que inició la riña. Evitar la intervención es, según el análisis de un psicólogo italiano, el paso necesario para que los menores aprendan a resolver sus propios conflictos.

Se trata del estudio «Pelear bien le hace bien al niño» –Perché litigare fa bene ai bambini (se gli adulti non si intromettono)–, presentado por Daniele Novara, fundador del Centro Psicopedagógico por la Paz.



En el estudio –del que participaron 500 niños en edad escolar– Novara establece que un simple kit al mejor estilo «juego de mesa» compuesto de «un ovillo de lana, un dado y un papel» son los objetos necesarios para que los infantes puedan solucionar sus problemas y «hacer las paces». 

Además, afirma que los conflictos los ayudan «a entender sus limitaciones y abrirse a los demás. Y nunca hay que preguntar ’Quién empezó’».

El investigador italiano también contó –en una exposición realizada en el Centro Psicopedagógico para la Paz en Piacenza– que el innovador kit parece un simple juego «pero es una herramienta de trabajo para los profesores, educadores, para los que trabajan con grupos de niños».

Según su propia concepción, «los resultados de la investigación científica rompen un tabú histórico: los conflictos, para los niños, son saludables porque los ayudan a crecer y a aprender a pelear».

Entre los interesantes puntos, esta investigación destaca que entre los 3 y los 10 años los niños  tienen plena capacidad de reconciliación «aun después de una pelea animada, dentro de un plazo razonable y sin consecuencias posteriores».

Es por ello que no intervenir y permitirles a los niños que tengan sus peleas los ayuda a «descubrir el mundo y a ellos mismos» porque aprenden también a conocer los límites propios y de los demás: «Si golpean o insultan, saben que pueden ser golpeados o insultados».

El método socrático que propone Novara

«Dos pasos adelante y atrás dos. En primer lugar, traten de no hacer la pregunta más terrible: ’¿Quién empezó?’ o ’¿Quién fue?’, porque eso el niño lo traduce como que será juzgado y castigado», argumentó Danielle Novara, y desde allí dio el puntapié inicial para su nueva investigación.

En ella aconsejó que los adultos renuncien a proporcionar una solución, porque, si no, los niños serán dependientes y acudirán siempre a los mayores para saber qué hacer. «La intervención de un mayor hace que los niños pierdan su capacidad de autorregulación”.

La aplicación del «método socrático» –detalló Novara– «triplica el porcentaje de acuerdos voluntarios» entre los niños que tienen disputas (empujones, peleas por juguetes, etc.).

Qué opinan los psicólogos argentinos

Sin coincidencia con lo establecido por el italiano, la licenciada Josefina Saiz Finzi, psicoanalista, miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina, especialista en niños y adolescentes, dijo a Infobae que ese estudio «introduce la curiosidad de cómo educar» y destacó a la educación de los niños como «una compleja relación que se establece con el hijo desde su nacimiento, y eso responde a actitudes e ideales que tienen los padres. A veces los padres quieren hijos fuertes y los dejan llorar; eso no es hacerlos fuertes, eso es descuidarlos».

«Lo más lógico, si hay pelea, es que los padres estén presentes como mediadores y deben lograr que los dos revean qué pasa. Debe haber una actitud paternal o maternal responsable para interceder cuando tienen riesgos de golpes o de vida. Pensar que los adultos no deben interceder, porque no hacerlo los hará más fuertes, me parece un reduccionismo. Los padres tienen que estar presentes para escuchar e intervenir de una manera precisa sin someterlos porque tienen que pensar por qué se pelean».

En concordancia con el italiano, la licenciada Silvia Naya, psicóloga especialista en niños de Espacio Olazabal, opinó: «A mi criterio, es muy importante que los adultos no se ubiquen como mediadores en una discusión entre niños, ya que de esta manera es un tercero quien resuelve la situación y el aprendizaje que se deja es ’los problemas siempre los resuelve otro’».

Y agregó: «Mi práctica profesional con niños me ha dejado la enseñanza, como en la investigación, de que se debe brindar el espacio para que los niños resuelvan sus disputas, aprendan a poner su punto de vista y plantear sus derechos. Parte del desarrollo de las habilidades sociales y la inteligencia social es el cómo poder resolver una disputa, sea por un juguete, elegir un juego o enfrentar una pelea. Sin embargo, me parece muy importante que los adultos, tanto si la pelea se da en un contexto escolar como familiar, puedan hablar de la situación y se abran espacios de enseñanza de cómo fue la situación, qué se debe aprender de la misma y cómo evitarla a futuro”.

Respecto de cuándo debe actuar el adulto, la especialista manifestó: «Cuando una situación no finaliza, cuando se empiezan a poner violentos porque no media la palabra o cuando en forma repetida se maltrata a una misma persona. El adulto debe actuar como regulador emocional e imponer el límite».

Segun consigna el portal infobae.com, por su parte, la doctora Claudia Amburgo de Rabinovich, médica psicoanalista especialista en niños y adolescentes de la APA/IPA y supervisora clínica en distintos hospitales, señaló respecto al estudio que «todo depende de la gravedad de cada situación. Hay cosas que los adultos las podemos dejar pasar y otras en las que sería demasiado exigente para el niño resolverlas por sí mismo, por ejemplo: grupo de pares contra uno, desigualdad en la edad, robo de pertenencias, burlas reiteradas, etc. A los 10 años las situaciones de uno contra uno se arreglan primero dialogando, si es costumbre en ese chico. La familia tiene que tener comunicación con los chicos para que ellos se sientan seguros, sin temor a contar lo que les pasa con sus compañeros, porque, de lo contrario, el niño se puede encerrar en sí mismo y las situaciones empeoran».

Asimismo, destacó que si el adutlo se involucra debería hacerlo «no culpando ni acusando, sino intentando un buen diálogo entre las partes. Para lograrlo se necesita tiempo, es decir, no estar apurados, en un lugar tranquilo apagando los celulares. O sea, respetando el momento y dándole la importancia que se merece. Los chicos en general agradecen mucho el tiempo que uno les dedica con amor y paciencia».