SANTIAGO DE CHILE.Suena el teléfono en la residencia presidencial de la calle Tomás Moro. El presidente Salvador Allende es alertado de que la Marina se ha sublevado en el puerto de Valparaíso.

Salvador Allende



Tras colgar, Allende avisa a su custodia y parte al palacio presidencial de La Moneda, en el centro de Santiago: después de meses de tensión ese martes 11 de septiembre de 1973 las Fuerzas Armadas finalmente se alzaron para derrocarlo.

En los principales cuarteles del país, sin embargo, la actividad comenzó poco después de la medianoche: los tanquistas calentaron los motores de los blindados, los aviadores asistieron a los «breafing» de vuelo y los generales realizaron los últimos llamados telefónicos para verificar la subordinación de sus tropas.



Mientras se trasladaba a La Moneda, Allende comprende que el Golpe se apresuró para evitar que pudiera concretar su proyecto de convocar un plebiscito, en un esfuerzo desesperado para salvar al gobierno de la Unidad Popular, la coalición izquierdista que con mil días en el poder agonizaba tras un extenuante enfrentamiento con la oposición, integrada por la derecha y la democracia cristiana.

El enfrentamiento había comenzado desde el día de su victoria electoral, el 4 de septiembre de 1970, cuando prometió una revolución socialista «a la chilena», a la que Estados Unidos se opuso ante la amenaza del surgimiento de una «segunda Cuba».

7:30

Allende ingresa al palacio de La Moneda empuñando el fusil AK-47 que le había regalado el líder cubano Fidel Castro y la convicción de que no lo sacarían vivo del edificio.

Vestido de traje y corbata, organiza de inmediato la resistencia: le entrega armas a los colaboradores que decidieron permanecer a su lado, no más de 40 personas entre ministros, amigos y su guardia privada.

En otro lugar de Santiago opera el estado mayor de la rebelión, integrado por los comandantes de las tres fuerzas militares: el general Augusto Pinochet, el almirante José Toribio Merino y el general de aviación Gustavo Leigh, más el jefe de la policía, César Mendoza.

8:30

Se difunde la primera proclama del golpe, en la que se exige la rendición a Allende, se ordena a las personas permanecer en sus casas y a la prensa «adicta a la UP» (Unidad Popular) a suspender sus actividades a riesgo de recibir «castigo aéreo y terrestre».

Al interior del palacio presidencial, Allende permanece sereno y determinado.

«Era una mezcla muy fuerte y curiosa. Es difícil ver a una persona que al mismo tiempo tuviera ese grado de serenidad y una decisión tan clara: inmediatamente se puso a organizar a la gente», relata a la AFP su hija Isabel Allende, que lo acompañaba ese día.

«Conversó con sus asesores, secretarios, ministros y ayudantes, diciéndoles que abandonaran el palacio, que él no quería muertes innecesarias y que era importante dar el testimonio de lo que estaban ocurriendo», agrega.

9:15

Comienza el ataque. El ejército sublevado abre fuego contra La Moneda.

Desde las ventanas de La Moneda y de algunos edificios cercanos, francotiradores disparan contra los soldados.

Cuando los ataques se intensifican, Allende reúne a quienes seguían combatiendo y los invita nuevamente a abandonar el palacio.

El mando militar se comunica con Allende, le exige la rendición y le ofrece un avión para abandonar el país.

«¡Rendición incondicional, nada de parlamentar. Rendición incondicional!», exige Pinochet, un diálogo captado por radioaficionados.

«Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país… Y el avión se cae, viejo, cuando vaya volando», agrega, provocando risas en su interlocutor, el jefe del Estado Mayor Patricio Carvajal, que intentaba negociar con Allende.

«¡El Presidente no se rinde!», responde Allende, descolocando a los golpistas, que le dan un ultimátum: o se rinde o bombardean La Moneda a las 11 de la mañana.

Teniendo como telón de fondo los disparos de los tanques y el vuelo rasante de los dos aviones Howker Hunter, Allende comprende que el golpe avanza sin tregua y decide difundir un último mensaje al país:

«¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo», dice Allende, con voz firme pero serena.

«Tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá segada definitivamente», agrega, antes que sus palabras fueran silenciadas.

«Se estaba despidiendo, agradeciendo a los jóvenes y las mujeres y a todos aquellos que lo apoyaron, pero habló claramente y al mismo tiempo nos estaba dejando un mensaje de esperanza», dice su hija Isabel.

11:50

Comienza el bombardeo aéreo. Dos Hawker Hunter arremeten sobre el palacio.

Algunos cohetes estallan en el interior del edificio, que comienza a incendiarse y emitir gruesas columnas de humo.

Un pelotón de militares ingresa al patio central.

Cercados, los últimos combatientes bajan por la ancha escalera desde la planta alta de La Moneda para entregarse. En ese instante escuchan un disparo.

El líder socialista, de 65 años, se había suicidado de un balazo bajo la barbilla con el fusil regalado po Fidel.

14:00

Sobreviene el asalto final. Soldados avanzan hasta la planta alta y en el Salón Independencia, tumbado sobre un sofá, hallan el cadáver de Allende. «Misión cumplida. Moneda tomada. Presidente muerto», anuncia el mando golpista.

AFP