grupo de amigos

 

Cuando se trata de nuestros amigos, la objetividad no existe. Así lo determinó un estudio de la Technische Universität Dresden de Alemania, publicado en Personality and Social Psychology Bulletin.



De acuerdo a la investigación recogida por Eurek Alert, las personas evalúan el comportamiento de sus amigos más positivamente que los extraños, independiente de su desempeño real en una determinada tarea.

Por ello, los especialistas dicen que deberíamos pensar dos veces antes de permitir que personas que se conocen entre sí, evalúen a alguien en una entrevista de trabajo o un juicio legal, por ejemplo.



“Al juzgar a las personas que ya conocemos, somos más o menos incapaces de ignorar nuestras imágenes previamente establecidas de esas personas”, señaló Daniel Leising, autor del sondeo, añadiendo que “este es uno de los pocos estudios que investigaron los juicios del comportamiento real de las personas”.

Para esta indagación, los expertos reclutaron a parejas de amigos, pidiéndoles describir la personalidad del otro y varios días después, grabaron su participación en diferentes desafíos en el laboratorio.

Estas pruebas iban desde responder preguntas de conocimiento general, tales como “¿Qué tan alto es el Monte Everest?”, hasta estar en un juego de rol en el que los participantes tuvieron que llamar a un “vecino” (interpretado por un actor) y exigirle que bajaran el volumen de su equipo de música, o contar una broma elegida por ellos mismos.

Acto seguido, los voluntarios debían evaluar a sus amigos y extraños en los diferentes desafíos, observando un video de 90 minutos. Esto, con el objetivo de comparar puntos de vista.

“Si diferentes personas ven exactamente las mismas cintas de video, pero luego las interpretan de manera diferente, las distintas interpretaciones no pueden estar basadas en lo que acaban de ver, sino que deben explicarse en términos de otra cosa”, señaló Leising.

Los investigadores descubrieron que podían predecir cómo los participantes juzgarían el comportamientos de sus amigos, en base a lo que dijeron que pensaban de ellos en la primera etapa del experimento.

Según los científicos, juzgamos el comportamiento de las personas que conocemos de manera que sea consistente con nuestra actitud general hacia ellos, por lo que atribuimos cualidades positivas al comportamiento de la gente que nos agrada. Además, buscamos que nuestra evaluación coincida con nuestras impresiones específicas sobre el individuo. Por ejemplo, si pensamos en alguien como “locuaz”, diremos que esa persona fue más comunicativa es cierta situación que al observar a un extraño haciendo lo mismo.

Lo positivo es que si sabemos que una persona actúa regularmente de una determinada forma, podemos identificar cuando lo hace en forma atípica, y lo tomamos como una excepción, no dejando que esto influya en la imagen global que tenemos del sujeto.

Además, Leising dice que la tendencia a idealizar a nuestros amigos podría servir como un “pegamento” que aumenta la cohesión social. “En nuestro pasado evolutivo, probablemente constituía una gran ventaja en términos de supervivencia”, explica.

Sin embargo, Leising dice que en situaciones concretas, no somos aptos para evaluar objetivamente a las personas que conocemos, lo que podría ser problemático, por ejemplo, en un sala de clases.

“Un profesor que considera que su alumno es muy inteligente, probablemente tiende a sobrestimar el desempeño de ese estudiante en un examen oral”, dice el experto a modo de ejemplo, añadiendo que mientras todos los estudiantes sean tratados de esa manera, estará bien, pero es más probable es que el profesor no tenga imágenes idénticas de todos sus estudiantes y juzgue con parámetros distintos.