Por José Rafael Sosa

Julio Sabala celebró anoche sus 25 años en escena con una producción impecable y depuradísima: actualizado y crítico, promovió valores familiares y sociales. El Teatro Nacional vio su sala Carlos Piantini colmada de un público que pagó la carísima boleta para participar de un evento artístico de enorme atractivo.



Julio Sabala

Fue tal cual debía ser: su cuarto de siglo de trayectoria en escenario, como artista único en sus creativas características que incluyen un poder de imitación de todo artista famoso, su capacidad crítica frente a las aberraciones del poder, las contraproducentes situaciones en el mundo de la farándula y el ego exageradísimo de algunos artistas.



Sabala fue exquisito, preciso y agudamente actualizado para en recrear una larga selección de artistas a los que puso un acento, pero junto a ese talento, expuso su capacidad como contator de historias y mensajero de valores.

Julio sabala tiene su principal fuerte en su inteligencia creativa. Lo demás llega por añadido. Inteligente, sensible, eufóricamente humorístico, crítico y sarcástico frente a los males sociales, en general y los políticos y mandatarios en particular. Sabala no tiene forma de ser medido o comparado. Es, simplemente, único.

Lo suyo no es acarrearse atención pública y boletería por representar como cantan y actúan las principales figuras del canto mundial y las iberoamericanas en específico- No. El redimensiona esos artistas, les agrega letras nuevas, les pone a comentar la realidad particular del país en que se presenta. Anoche ofreció una demostración de actualización en «lo dominicano», que incluyó críticas a la letra de las canciones del ritmo urbano, la falta de formación intelectual de muchas de las figuras que representa, los pésimos mensajes de erotismo vanal y consumismo, exponiendo con detalle las letras, la tolerancia de los dominicanos frente a la actuación cuestionable de quienes les han conducido desde el poder e incluso provocando un aplauso distinto a todos los otros que el público, al sentirse expresado, cuando dijo que el pueblo dominicano tiene una tolerancia admirable, al aceptar «un grupo de pájaros venezolanos que acaban con todo el mundo desde la televisión». Eso fue un acabose. «!Qué admirablemente tolerante es este amable pueblo dominicano»! dijo, para ser secundado por una ovación que hizo a muchos levantarse de sus asientos. Brillante y necesaria su advertencia sobre como la comunicación de textos por las redes y la mensajería, ha hecho que «seamos más amigos de quienes no conocemos y mas distantes de nuestros afectos verdaderos».

La fuerza del espectáculo radicó en su creatividad reforzada por una producción técnica y musicalmente insuperable gracias a la «big band» de músicos de altísima facturación interpretativa, el uso de pantallas led distribuidas con enorme sentido escénico y que resultaron un soporte coordinado y fundamental mientras actuaba, el guión concebido para introducir las actuaciones, que incluyeron a Celia Cruz, Roberto Carlos, Bob Marley, Juan Gabriel, Facundo Cabral Juan Luis Guerra, Sammy David Junior, Luis Miguel, Lucho Gatica, Cantinflas, Miguel Bosé, Julio Iglesias, José Luis Rodríguez.

La única nota que se salió de la línea impecable y creativa del espectáculo, fue la sugerencia gestual para que el público consumiera un supuesto pitillo de marihuana cuando montaba a Bob Marley. Fue de mal gusto y debería pedir excusas. Se pasó.

Los segmentos que mejor cautivaron el público fueron los de -Facundo Cabral, por los diálogos y la carga crítica. Al artista, asesinado en Guatemala, lo puso a cantar una canción compuesta pos Sabala (En una calle del Mundo), que en no pocas personas provocó lágrimas; lo de Juan Gabriel, a quien puso a reinterpretar el éxito rap del coreano Psy, cambiando las letras para el artista mexicano; la recreación de la canción Tú me acostumbraste, popularizada por Lucho Gatica y el rejuego que hizo para demostrar, utilizando dos hombres «voluntarios» del público, para demostrar que era un bolero gai. Lo que se produjo ahí, con excepción de la carga estigmatizante contra una minoría erótica que no puede ser proyectada de este modo, fue un acabose.

En homenaje a Niní Cáffaro, Por Amor, en interpretación de Nelson Ned, Roberto Carlos, Alejandro Sanz y otros intérpretes. La pieza de Rafael Solano adquirió un color múltiple en el talento del dominicano.