Barcelona. (Redacción).- El investigador norteamericano Robert Lanza afirma que tiene pruebas definitivas para confirmar que la vida después de la muerte existe y que de hecho la muerte, por sí misma, no existe de la manera en la que la percibimos.
Lanza argumenta que la respuesta a la pregunta “¿Qué hay más allá de la muerte?”, cuestión sobre la cual los filósofos llevan siglos reflexionando, radica en la física cuántica, y en concreto en la nueva teoría del biocentrismo.
Según este investigador norteamericano, de la Escuela de Medicina de la Universidad Wake Forest, de Carolina del Norte, la solución a esa cuestión eterna consiste en la idea de que el concepto de la muerte es un mero producto de nuestra conciencia, según relata la edición digital de The Independent.
Lanza afirma que el biocentrismo explica que el universo solo existe debido a la conciencia de un individuo sobre él mismo. Lo mismo sucede con los conceptos de espacio y tiempo, que este ciéntifico explica como “meros instrumentos de la mente”.
En un mensaje publicado en su sitio web, Lanza argumenta que con esta teoría el concepto de la muerte como la conocemos “no existe en ningún sentido real”, ya que no hay verdaderos límites según los cuales se pueda definir.
“Esencialmente, la idea de morir es algo que siempre se nos ha enseñado a aceptar, pero en realidad solo existe en nuestras mentes”, opina Lanza. Asimismo, evidentemente, creemos en la muerte porque nos asociamos con nuestro cuerpo y sabemos que los cuerpos físicos mueren.
Lanza señala que el biocentrismo es similar a la idea de universos paralelos, la hipótesis formulada por físicos teóricos según la cual hay un número infinito de universos y todo lo que podría suceder ocurre en alguno de ellos.
En términos de cómo afecta ese concepto a la vida después de la muerte, el investigador explica que, cuando morimos, nuestra vida se convierte en una “flor perenne que vuelve a florecer en el multiverso” y agrega que “la vida es una aventura que trasciende nuestra forma lineal ordinaria de pensar; cuando morimos, no lo hacemos según una matriz aleatoria, sino según la matriz ineludible de la vida”.