Las declaraciones dadas por el director de la Sinfónica Nacional, José Antonio Molina, de que la música urbana es un veneno para la sociedad, produjo reacciones de inmediatos entre exponentes y fanáticos de este ritmo.
Uno de los primeros en defender su género fue el cantante Don Miguelo, quien llamó imbécil a Molina, por lo que entiende su falta de respeto a los hombres y mujeres que han trabajado para llevar el rap, reggaetón, hiphop, dembow y el merengue urbano a la posición privilegiada que cree hoy ocupa.
“¿Usted, acaso sabe cuánto dolor ha causado a intérpretes de esta música llevarla a donde está? ¿Usted, acaso ha vivido en los barrios más calientes de San Francisco de Macorís, Santiago, Santo Domingo o el resto del país? No. Pues cállese esa jodida boca. Si usted quiere k seamos artistas sinfónicos! ¿Por qué no nos ponen escuelas de música? Y aún así las pongan, usted ni nadie manda en lo que uno quiera cantar”, escribió en sus redes sociales el dos veces ganador del premio que entrega la Asociación de Cronistas de Arte (ACROARTE).
El intérprete de “La hoja se volteo” y “Como yo le doy” le recordó a quien dirigió por más de diez años los conciertos del tenor italiano Luciano Pavarotti, que en países como Estados Unidos y Puerto Rico se trató de censurar la música de calle, pero que este movimiento fue creciendo tanto que las autoridades y los medios no pudieron con la decisión de la gente.
“Cuando un pueblo se encamina a cambios se refleja en la música”, agregó.
Las palabras del también productor sirvieron para desahogarse, asimismo, contra los merengueros que en la actualidad hablan de crisis del ritmo nacional.
“Ahora quieren que los pongan en el patrimonio nacional, que les den mensualidad porque ellos son viejos. Pero el que gastó su dinero en vanidades y corrupciones el pueblo no tiene la culpa. Y ahora hay k mantenerlos”, comentó.
Por Héctor Romeo para EL Nuevo Diario
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