Recostada en un sillón frente al televisor encendido y a su alrededor una bolsa con regalos de Navidad. De esta forma encontraron a la mujer británica Joyce Carol Vincent, nada menos que tres años después de haber muerto y sin que nadie notara su ausencia.

Quien podría haber sospechado el desenlace de la historia de la pequeña Joyce cuando vino a este mundo un 15 de octubre de 1955, en Londres. Sus padres habían emigrado desde Granada buscando un mejor futuro para sus hijos, pero la sorpresiva muerte de la madre truncó los planes de la familia, cuando Joyce tenía 12 años.



Criada prácticamente por sus 4 hermanos mayores, la joven mantuvo un trato distante con su padre, lo que a la postre sería el molde para sus relaciones sociales. No obstante, de igual forma prosiguió sus estudios entrando a trabajar en una firma de abogados y luego en una empresa dedicada al área de la contabilidad, pero intempestivamente renunció tras 4 años, en 2001.

Luego se conocería que Joyce habría estado siendo víctima de violencia intrafamiliar, por lo cual decidió irse a vivir a una casa de acogida, mientras trabajaba como camarera en un hotel de mala muerte. En esta época, el distanciamiento de su padre se hizo evidente también con sus hermanos, posiblemente por los problemas que mantenía con su pareja de ese entonces.



Dos años más tarde se cambió de residencia hacia el norte de Londres a un departamento propiedad de la “Metropolitan Housing Trust” para víctimas de abusos intrafamiliares, donde si bien todo parecía ir mejorando, una úlcera gástrica deterioró su salud rápidamente.

Finalmente, aproximadamente en diciembre de 2003, Joyce murió en su departamento recostada sobre un sillón, rodeada de regalos de navidad ya envueltos, y con el televisor encendido. Tres años más tarde -un 25 de enero de 2006 – y casi por casualidad, fue encontrada en el mismo lugar con su cuerpo casi completamente esqueletizado, sin que ningún vecino sospechara de su deceso.

Y es que su muerte sólo quedó al descubierto cuando agentes judiciales acudieron al inmueble para cobrar el atraso en el pago del arriendo. Al tocar la puerta, nadie acudió por lo que decidieron entrar de todas formas, encontrando a Joyce frente al televisor encendido.

Tal era el estado de descomposición del cuerpo, que sólo lograron identificarlo a partir de piezas dentales.

¿INDIFERENCIA O AISLAMIENTO?

El caso generó una amplia repercusión mediática, donde obviamente el principal cuestionamiento apuntó a los servicios sociales del Gobierno y a los vecinos, quienes habían atribuido el mal mal olor a contenedores de basura cercanos.

La agencia de beneficencia, por su parte, se escudó en que no sospecharon lo sucedido debido a que tanto la calefacción como el resto de los servicios básicos estaban siendo pagados oportunamente gracias a un subsidio, que cubrió en parte el pago del arriendo. Cuando el beneficio caducó, las deudas se acumularon obligando la visita de los agentes al departamento, lo que sirvió para encontrar el cuerpo de Joyce.

Sin embargo, ellos no fueron los únicos que buscaron a la mujer. Su familia también intentó tomar contacto con ella, por lo que contrató a un detective privado, el que dio con el departamento.
Sus hermanos comenzaron a escribirle cartas, las que sin embargo nunca fueron leídas debido a que en esa época Joyce ya había muerto.

LA VIDA DE JOYCE EN EL CINE

El caso no sólo llamó la atención de la prensa, sino que también cautivó a la directora de cine Carol Morley, quien inició una pesquisa entre quienes conocieron a Joyce, descubriendo a una chica hermosa, inteligente, socialmente muy activa, pero que cambiaba constantemente de trabajo y de amistades.

De su recopilación nació el documental Dreams of a Life, cinta que fue explicada por la propia Morley en un extenso artículo publicado en el diario británico The Guardian. Allí, la profesional desmenuza cómo fue asomarse en la vida de Joyce, descubriendo vínculos con personajes de la talla de Nelson Mandela, Ben E. King, Gil Scott-Heron, y Betty Wright.

Incluso, en alguna oportunidad compartió una cena con el reconocido músico Stevie Wonder.

Y es que según el documental, Joyce tenía un talento musical que incluso pudo haberla proyectado en el mundo del espectáculo. Pero su trágica muerte o quizás su estilo de vida, nos impidió conocer a la que pudo ser una brillante, pero solitaria, estrella de la música.

El diario escocés Glasgow Herald hizo una síntesis de la vida de Joyce:

“Sus amigos la veían como alguien que huía ante señales de problemas, que se marchaba de empleos si tenía un conflicto con un colega, y que se cambiaba de un departamento a otro por todas partes de Londres. No le contestaba el teléfono a sus hermanas y no parecía tener su propio círculo de amigos, sino que confiaba en la compañía de relativos extraños que venían con la etiqueta de un nuevo novio, un colega, o un compañero de cuarto”.

Este estilo de vida quizás impidió que alguien pudiera saber de su condición a tiempo, y evitar que durante 3 años su cuerpo quedara insepulto en un departamento, ante la indiferencia de un sistema para el que Joyce era simplemente un número o un objeto de caridad.

Fuente: BioBioChile