Discurso de Gustavo Cabrera, egresado con mayor índice en la quincuagésima Graduación Ordinaria Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). Licenciatura en Matemáticas, con concentración en Estadística y Ciencias Actuariaes.

Gustavo



Muy buenas tardes Licenciada Laura Acra, Presidente de la junta de regentes, Doctor Rolando Guzmán, Rector del Intec, vicerrectores, demás miembros de la mesa de honor, señores decanos y directores, profesores, familiares y amigos, invitados todos.

Compañeros graduandos: estas personas que acabamos de saludar, junto con el Instituto Tecnológico de Santo Domingo como hogar de nuestra formación académica, han formado parte esencial de un sueño que a muchos de nosotros nos nació siendo niños y a otros más tarde en la adolescencia; ese sueño el día de hoy se hace realidad, y por  eso considero que merecen un gran aplauso de parte de todos nosotros.



Además, no quisiera inquietarlos diciéndoles lo orgulloso que me siento de pie acá en este podio, pero es que la promoción de abril del 2015 se ve extremadamente hermosa y espléndida.

Nuestros familiares y amigos en las gradas no se quedan atrás, llenos de júbilo, orgullo y regocijo… una mezcla indistinguible de emocione, porque nos ven logrando un paso trascendental, que tendrá una influencia grandiosa en nuestro porvenir profesional y personal. Felices porque nos vieron estremecidos subir a recibir nuestro diploma y bajar de esta tarima con un documento que da fe, no sólo de que hemos asumido el reto, sino de que lo hemos superado.

Es para mí un verdadero honor y privilegio el que se me escogiera para dar estas palabas en el acto más solemne de nuestra universidad, en un día tan especial como lo es hoy, y frente a cada una de las personas presentes en esta ceremonia.

Seguramente, a todos les encantaría escuchar de qué manera cada uno de nosotros como graduandos, hemos llegado a este momento de nuestras vidas, y no me cabe duda de que cada historia es una fuente de inspiración y digna de admirar. Pero lamentablemente no tenemos tiempo para ello y quiero, en nombre de mis compañeros, aprovechar la ocasión para contarles cómo lo he hecho yo.

Desde pequeño siempre me gustaron las Matemáticas, tanto así que cuando aprendí a multiplicar me fascinaba calcularle a quien se acercara cuántos segundos había vivido hasta ese día. Más adelante, en octavo curso tuve la oportunidad de participar por primera vez en unas Olimpiadas de Matemáticas. En este concurso, tuve la dicha de llegar a la ronda Nacional, pero no tuve la suerte de ganar (como si de suerte se tratara). Desde ese momento me quedé con un deseo insistente de ser Campeón Nacional y sabía que sólo me quedaban los cuatro años del bachillerato para hacerlo. Prepararme para ello se convirtió algo personal, casi una obsesión. Pero no fue hasta el tercer año cuando exitosamente logré coronarme como Campeón Nacional de Matemáticas.

Hace muy poco tiempo, quizás unas horas o sólo unos minutos, que realmente me he dado cuenta de qué tanto ha llegado a valer para mí ese título de Campeón Nacional de Matemáticas obtenido en aquel momento. Bajo la emoción y algarabía de haber logrado un objetivo en lo que para mí era un hobby, lejos estaba yo de pensar que mi futuro académico y profesional estaba fuera de mi zona de confort en Santiago y que se iba a relacionar directamente con mi interés por las Matemáticas, pero al parecer el Intec tenía otros planes. Tras ganar las Olimpiadas, la universidad se comunicó con mi escuela, el Instituto Iberia, informando que podía participar por una beca del programa PIES, en nombre de la reconocida profesora Melba Báez de Erazo, para la carrera de Matemáticas con concentración en Estadística y Ciencias Actuariales. No tenía la más mínima idea de qué eran las Ciencias Actuariales, y tampoco tenía claro en ese momento qué quería estudiar. Investigando, me di cuenta de que el perfil profesional de un actuario se adaptaba perfectamente a lo que siempre había querido y que aún no me daba cuenta qué era, tanto para el ambiente laboral, lo que hace un profesional de este tipo y las implicaciones que tiene desempeñar sus funciones. Acepté, entré a la universidad y cada día más me enamoro de mi profesión y me convenzo de que es genial. Ahora, ya como egresado, incluso soy millonario, en un país suramericano donde un dólar vale 2500 pesos en su moneda local, pero soy millonario. No sólo monetariamente, sino porque estoy enamorado de lo que hago y de lo que quiero llegar a ser, y con sólo pensarlo son millones las emociones que se desbordan en mi corazón y que me hacen vibrar de felicidad por estar en este mundo con un propósito excitante. Hoy por hoy, he logrado conjugar mi pasión con mi carrera profesional, y eso es algo que para mí no tiene precio. Por otro lado, la vida universitaria me trajo consigo la oportunidad de que la joven más hermosa de las graduandas que hoy aquí se encuentran (sin dejar de reconocer lo bien que lucen todas), aceptara ser mi novia.

AL compartirles esta historia mi fin no es que conozcan sobre mí, ni mucho menos que supieran algunas de las cosas que he logrado en mi vida. Mi objetivo es compartirles tres puntos, sencillos y precisos, pero los tres de vital importancia, que a lo largo de mi recorrido he identificado como una ayuda para salir con el éxito en las manos.

Primero, debemos identificar qué es lo que realmente nos apasiona, eso que nos hace sentir que lo que hacemos es genial, que lo disfrutemos tanto, o quizás más, que nuestro juego favorito en la infancia, y que el tiempo que invirtamos en ellos no es de pesar, sino de total satisfacción.

En segundo lugar, una vez identificado eso que nos enardece el alma, debemos tener claro el compromiso y al convicción de que haremos lo que sea para llegar a ello. En este punto viene a mi memoria algo que me dijo una vez mi tío José, dentro de las muchas conversaciones que me ayudaron a ser lo que hoy soy. Voy a parafrasear lo que me decía y era lago como lo siguiente: siempre que tengas en tu cabeza la frase “No importa qué” y estés convencido de ello, podrás obtener lo que te propongas. No importa que te critiquen, que sufras, que sea difícil, no importa que tengas que dejar cosas a un lado, siempre podrás llegar a eso que crees que vale la pena y que quieres obtener. Y hoy, como nunca, estoy convencido de que así es.

En tercer lugar, ya que llegamos a este momento quizá no tenga mucho sentido pensar en cómo pudimos haber hecho las cosas en la universidad, pues ya hoy recibimos nuestro título ya cada uno de nosotros se lleva los méritos por el trabajo ya realizado. Lo que sí tiene sentido, y que verdaderamente importa, es pensar que de este momento en adelante nos abrimos frente hacia, no sólo la sociedad dominicana, sino más bien todo un mundo globalizado, de culturas entrelazas y competencias de talentos a lo largo y ancho de todo el planeta, donde debemos darlo todo sin preocuparnos por las pocas cosas que tenemos, sabiendo las muchas que hay por conseguir. Al hablar de esto recuerdo unas palabras de mi padre, las cuales siempre llevo presente y se han convertido en uno de los retos más desafiantes que he enfrentado. Él una vez nos dijo a mis hermanos ya mí: “No sé que vayan a ser en la vida, peor lo que sea que hagan lo tienen que hacer mejor que yo. Ese es mi propósito en la vida y con el simple hecho de que cada uno de ustedes me supere, sentiría que ya cumplí mi misión como padre”. La dificultad que hay bajo esta encomienda es infinita, pues nuestros padres nos han dedicado su vida incondicionalmente a cada uno de nosotros y ser mejor que ellos, en todos los sentidos, implica ser mejores padres que ellos. He aquí la paradoja, cómo superar a alguien en un cometido si de antemano te dice que lo ha hecho todo incondicionalmente? Creo que cuando logremos entender esto, tendremos una respuesta a cómo podremos ser mejores en aquello que amamos.

Luego de exhortarles estos tres puntos, es preciso resaltar que todos tenemos mucho que agradecer. Primero debemos agradecer a nuestro Dios, al destino, o a cualquier fuerza sobrenatural en a que tengamos fe. Tenemos que agradecer a las personas que nos dieron a vida para hoy disfrutar de momentos tan satisfactorios como estos: nuestros padres, a otras personas que son como nuestros padres, a esos profesores que marcaron un antes y un después en nuestras vidas luego de nuestra estadía en INTEC, familiares, amigos, y a todos aquellos que han aportado un granito de arena en cada uno de nosotros. Es claro que mirando a nuestro alrededor, entre nuestros mismos compañeros, hay por lo menos una persona que merece un abrazo de reconocimiento por lo que ha significado en nuestro recorrido. A mí personalmente, me faltan brazos para estrecharlos a todos.

Estoy seguro de que todos los presentes quisieran vernos una vez más con alegría en nuestros rostros a elevar a cielo nuestro título en señal del logro que para nosotros representa y llevarse eternamente el recuerdo de nuestras caras sonrientes porque amamos lo que hoy somos, así que, por favor, démosle ese regalo y pongamos ese título en alto.

Una vez escuché una canción que haciendo una traducción en inglés al español decía “algún día dejarás el mundo atrás, así que vive una vida que vayas a recordar”. El autor se refería a la muerte, y tiene toda la razón, pero es comparto esta frase refiriéndome a que dejemos el mundo atrás ya, y estemos convencidos de que no hay nada a qué temer cuando estemos persiguiéndolo que nos apasiona. Entreguémonos. Vivamos.

Tenemos todo un mundo por delante, y con pasión, sin temor y queriendo ser siempre los mejores en lo que nos propongamos, es claro que el mundo nos estará siguiendo los pasos.

Muchas felicidades a todos, disfrutemos este día tan especial con la alegría que amerita, y démosle la cara al mundo como los profesionales intecianos en los que hoy nos hemos convertido.

Ahora, sé que es la hora de almuerzo y el hambre nos sacude las entrañas, más para sumarle a eso de que vivamos una vida para recordar, me voy a tomar e atrevimiento de hacerles una última petición, quién quiere hacer de este momento uno memorable? Les voy a pedir que, ustedes desde sus asientos y yo desde acá arriba, ¡Saquemos nuestras cámaras y nos tomemos una selfie!

¡Gracias a todos, felicidades campeones!