Bodrum, Turquía. La determinación de Alí, que espera impaciente en un café de Bodrum su oportunidad de salir de Turquía, se vio reforzada tras la muerte del pequeño Aylan y la apertura de las fronteras. El objetivo: la UE, ahora más que nunca.

«De momento, intento encontrar al mejor pasador posible, pero todos mienten», apunta el ingeniero en telecomunicaciones sirio, de 31 años. «Todos te imponen el precio que sea y además te dicen que no te pueden garantizar anda».



Los traficantes con los que ha hablado le han pedido hasta 5.500 euros por embarcar junto a su madre y su hermana en uno de las frágiles lanchas hinchables que se dirigen hacia la isla griega de Kos. No es cuestión de darle tal cantidad de dinero a cualquiera.

Pero para Alí el tiempo apremia. La emoción planetaria causada por el ahogamiento del chiquillo de tres años frente a Bodrum ha entreabierto las puertas de la Unión Europea (UE). Y él intenta franquearlas como sea antes de que se vuelvan a cerrar.



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«Quiero irme y no volver jamás. Sé que a partir de ahora se nos respetará más porque nos dan una oportunidad», dice, entusiasmado.

Las fotos de Aylan Kurdi, ahogado con su hermano mayor y su madre la semana pasada frente a las costas de Bodrum, obligaron a los países europeos a hacer un paréntesis en su actitud reacia respecto a los migrantes.

«Me emocionó mucho ver en televisión a algunos europeos ofreciéndonos acogernos en sus propias casas», confía el joven sirio. «Sé que el viaje es peligroso pero no tengo miedo a morir».

– ‘Más simpatía’ –

Los refugiados aseguran que las autoridades turcas les han ordenado permanecer en los hoteles. Solo aquellos que no tienen medios siguen durmiendo en plena calle, alimentándose de los restos de los restaurantes para turistas.

Entre ellos, Ela, de 20 años. Esta joven siria huyó de su país hace seis meses y alcanzó la costa turca hace dos semanas junto a sus dos hermanas. Las tres duermen delante de una mezquita. Ellas también sueñan con Europa. Todavía más desde hace una semana.

«La foto de Aylan es verdaderamente muy triste pero creo que mejorará las cosas para nosotros», considera Ela. «Los gobiernos europeos intentan de verdad hacer algo y nos muestran más simpatía».

Llegado desde Pakistán, Harun se muestra decepcionado por la acogida de Turquía, que sin embargo ha recibido cerca de 2 millones de refugiados sirios desde hace más de cuatro años, aunque es más optimista por lo que espera recibir de los europeos.

«Cometí un error viniendo aquí porque la gente no es comprensiva con nosotros», explica el joven de 22 años. «En Europa, la gente es generosa, te lo dan todo, y hacen que te sientas cómodo».

Según Ela, los pasadores le exigieron 7.000 euros por embarcar con su familia. Uno de ellos les propuso una travesía gratuita a cambio de favores sexuales.

Al final, ella y sus hermanas decidieron comprar su propia lancha y chalecos salvavidas. Como la familia de Aylan. A pesar de los riesgos, quieren hacerse a la mar esta semana.

«No sé nadar, mis hermanas tampoco, así que tengo miedo», confía Ela. «Pero me da igual morir, ya sea en Siria, en Turquía o en el mar».