Diez años después de las violentas manifestaciones contra las caricaturas de Mahoma en Dinamarca, el autor del dibujo más polémico no se arrepiente de nada y denuncia que el miedo haya ganado terreno a la libertad de expresión.

Kurt Westergaard, de 80 años, vive bajo protección policial desde que representó a un hombre barbudo con una bomba por turbante en el diario Jyllands-Posten, el 30 de septiembre de 2005.



Frente a la amenaza, «mi sentimiento más profundo siempre ha sido la ira», explica por teléfono a la AFP este caricaturista, que en 2010 sufrió en su casa la irrupción de un hombre armado con un hacha y un cuchillo.

Kurt Westergaard



Con su barba pelirroja, sus bufandas chillonas y su bastón con incrustaciones de plata, Westergaard no pasa desapercibido en la calle, donde sigue siendo blanco de insultos por personas de origen extranjero.

«No tengo ningún problema con los musulmanes en general, siempre lucharé por el derecho de la gente a tener su religión y sus creencias», afirma el artista, ateo. Más que un ataque al islam, ve su dibujo como una crítica a «los terroristas que sacan sus municiones espirituales de pasajes del Corán».

La caricatura de Westergaard, publicada junto a una decena de dibujos sobre Mahoma, estaba destinada a alimentar el debate sobre la autocensura y la libertad de expresión. Pero meses después de su publicación, las viñetas suscitaron violentas manifestaciones en muchos países musulmanes escandalizados de que se representara al profeta, algo prohibido por el islam.

Los atentados de enero en París contra el semanario satírico Charlie Hebdo, que había reproducido las caricaturas del Jyllands-Posten, recordaron nuevamente la polémica de 2005. Así como cuando un danés de origen palestino mató al mes siguiente a un cineasta durante un debate sobre la libertad de expresión en Copenhague, en el que participaba el artista sueco Lars Vilks, que en 2007 representó a Mahoma como un perro.

A Westergaard le sigue sorprendiendo la violencia que suscitó su trabajo.

«Para mí era una especie de trabajo rutinario y ese día (en el que publicó el dibujo de Mahoma) no era más que un día más».

Westergaard se jubiló en 2010, con la esperanza de que las amenazas contra la redacción de su periódico disminuirían.

Pero este año, su diario fue el único en Dinamarca que no publicó los dibujos de Charlie Hebdo sobre Mahoma, por motivos de seguridad. «Para nosotros, sería completamente irresponsable publicar antiguos o nuevos dibujos del profeta», justificó su jefe de redacción, Jørn Mikkelsen.

Para Westergaard, esto demuestra que el miedo ganó terreno a la libertad de expresión.

«Creo que los daneses actualmente tienen mucho miedo al terrorismo, de ataques súbitos. Es muy difícil admitir que tenemos miedo».

También deplora que el sindicato de directores de centros escolares no quisiera mostrar las caricaturas a los alumnos.

«Dicen que ahora hay que hacer gala de tolerancia y tener mucho cuidado con no ofender a nuestros conciudadanos musulmanes. Pero se trata de miedo», insiste.

Westergaard vende ahora sus obras en una galería, que ha donado una parte de sus beneficios a asociaciones caritativas y a Charlie Hebdo.

Pese a todo, quiere ser optimista: «No se puede disuadir ni impedir a los periodistas, intelectuales o creadores que hagan uso de su libertad de expresión».