París, Francia. Invocan a Alá en cada frase, pero para los yihadistas de un nuevo tipo, como los que atacaron París el 13 de noviembre, el islam es un pretexto que permite sobre todo canalizar una rebelión íntima y una sed de venganza, estiman expertos.
Convertidos recientemente, con poco o ningún conocimiento del árabe, utilizando conceptos que comprenden apenas y cuyo sentido tergiversan, esos yihadistas encontraron en la organización Estado Islámico (EI) una estructura flexible y pragmática dentro de la cual pueden dan libre curso a su deseo de radicalización, agregan los expertos.
«Su cultura musulmana es precaria, cuando no nula», dice a la AFP Peter Harling, del grupo de reflexión International crisis Group (ICG). «De hecho los que tienen una cultura musulmana más sólida son menos propensos a ponerse del lado del EI», agrega.
En un artículo titulado «Matar a los otros, matarse a sí mismo», Harling estima que «el aspecto más perturbador de las matanzas cometidas en París es que surgen de una violencia íntima».
El EI «ofreció un espacio concreto en el que una violencia pornográfica podía expresarse, buscarse, desinhibirse y hacerse más potente. No es casualidad que los convertidos europeos hayan sido sus principales agentes. Carentes de experiencia militar, de formación religiosa y en general de conocimientos lingüísticos, definieron su valor agregado en una ultraviolencia que evoca la película de Stanley Kubrick ‘La naranja mecánica’ por su sadismo, puesto en escena con los talentos instintivos de comunicantes formados en la era de Facebook», sostiene Peter Harling.
Por su parte, Raphaël Liogie, director del Observatorio de lo Religioso y profesor del Instituto de Estudios Políticos de Aix (sur), estudió los perfiles de yihadistas o aspirantes a yihadistas franceses.
«Ninguno de los que han intervenido en territorio francés tuvieron una formación teológica de fondo ni una intensificación progresiva de la práctica religiosa», afirma. «Son personas que tienen una relación con la violencia, porque el islam es actualmente sinónimo de violencia antisocial. Quieren expresar su deseo de ser antisociales».
– ‘El Corán, me importa un bledo’ –
«Toman posturas de fundamentalistas, pero son sólo posturas», estima Liogie, señalando que «se limitan a pasar por las mezquitas, rezan menos que los otros» y «cultivan un estilo que podríamos llamar neoafgano, en busca de una suerte de romanticismo neoguerrero».
«Como son de origen magrebí se les dice que son potencialmente musulmanes y que el islam tiene una imagen negativa, lo que es atractivo para ellos. En los años 80 habrían sido punks o de extrema izquierda». Ahora «saltan directamente a la yihad porque tienen en común la delincuencia, problemas en la infancia y deseo de ser cabecillas».
Un policía especializado confió a la AFP que, durante un interrogatorio, un aprendiz de yihadista le dijo: «El Corán me importa un bledo, lo que me interesa es la yihad».
La tesis de instrumentalización del islam por jóvenes en busca de violencia es defendida también por el politólogo especialista del islam Olivier Roy que, en un artículo titulado «El yihadismo y la revuelta generacional y nihilista», sostiene que el EI atrae a «jóvenes franceses radicalizados que, pase lo que pase en Oriente Medio, están ya en disidencia y buscan una causa, una etiqueta, un gran relato para poner en él la firma sangrienta de su rebelión personal».
«El problema esencial para Francia no es pues el califato del desierto sirio, que se evaporará tarde o temprano como un viejo espejismo convertido en pesadilla. El problema es la rebelión de los jóvenes», agrega Roy, recalcando que «no se trata de la radicalización del islam sino de la islamización del radicalismo».
Los dirigentes del EI han comprendido cómo canalizar y utilizar esa violencia.